La democracia puede definirse de muchas maneras y matizarse interminablemente hasta escribir extensos y sesudos tratados. Recientemente alguien me ha recordado con mucha intención y poco ingenio la definición que de esta palabra nos ofrece el diccionario de la Real Academia:
1. Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno.
2. Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado.
2. Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado.
Dos acepciones que me vienen estupendamente como introducción a la perorata de hoy, y es que la democracia es, por decirlo así, bidireccional. Es una moneda con su anverso y su reverso. Para que exista democracia tienen que darse dos condiciones, que el pueblo pueda participar en el gobierno y que efectivamente lo haga. Lo uno no implica lo otro. Puede haber falta de democracia porque los ciudadanos no puedan participar, pero tampoco la habrá si, pudiendo participar, no lo hacen. Si el pueblo no ejerce su soberanía, alguien la ejercerá por él.
No nos engañemos, la mayoría de nosotros limitamos nuestra participación en la democracia a depositar el voto en una urna cuando nos convocan, a veces ni eso. Existen otros medios para participar que no utilizamos, que no queremos utilizar, que nunca nos hemos planteado utilizar o que sencillamente no conocemos, porque no nos hemos tomado la molestia de informarnos sobre ello. No solo podemos afiliarnos a un partido y ser candidatos, sino formar partidos y agrupaciones de electores, o promover iniciativas legislativas populares. También podemos participar activamente de forma individual a través del defensor del pueblo o el derecho de petición.
Además, la democracia no se ejerce solo en los gobiernos y parlamentos, sino en todo aquello en lo que haya que tomar decisiones, grandes o pequeñas. Y eso es de lo que quiero hablar hoy, de la democracia en pequeña escala y de las decisiones que no se toman en los parlamentos. No se trata solo de legislar, democracia también es influir en lo que nos rodea de modo más cercano y en lo que nos afecta directamente. El ejemplo más inmediato que se me ocurre son las juntas de propietarios de los edificios de viviendas, es frecuente que parte de los vecinos no asistan y, de los que asisten, es habitual que solo unos pocos participen activamente; el resto suelen limitarse a votar.
Hace algún tiempo asistí a una asamblea general de un colegio profesional. No conté el número de asistentes, pero estoy seguro de que no llegaban al centenar, de más de mil colegiados. Solo intervinieron los componentes de la mesa, nadie más tomó la palabra y no hubo ruegos ni preguntas. No quiero decir que no hubiera turno de ruegos y preguntas, que lo hubo, sino que nadie hizo pregunta alguna, yo tampoco.
Nunca he asistido a una asamblea de una cooperativa porque nunca he sido socio de ninguna, pero un profesor de reconocido prestigio en derecho cooperativo me comentó hace tiempo lo que él había vivido en más de una ocasión: poca o ninguna participación, votaciones a mano alzada y elecciones de cargos "por aclamación".
Podemos participar en el sistema educativo a través de los consejos escolares, de las delegaciones de alumnos y de las asociaciones de padres de alumnos. ¿Cuántos padres pertenecen a estas asociaciones y participan en ellas? ¿Cuántos padres o alumnos son candidatos a los consejos escolares o votan en las elecciones? Podemos participar en la economía a través de los sindicatos, los comités de empresa, los delegados de personal y las organizaciones patronales. No sé cuantos empresarios pertenecerán a estas organizaciones, pero el porcentaje de afiliación a sindicatos no llega al veinte por ciento. Podemos participar en la vida de nuestro barrio a través de las asociaciones de vecinos, en la cultura a través de ateneos, liceos, orfeones... La lista podría ser larga.
También podemos dejar oir nuestra voz a través de las tradicionales cartas a la prensa o a través de internet. Ese, y no otro, es el motivo por el que comenzé escribir este blog.
Por supuesto, no se trata de que tengamos que utilizar todos estos medios, ni de pasarnos la vida tratando de estar en todas partes. Se trata de que tengo la impresión, por supuesto subjetiva, de que no utilizamos prácticamente ninguno. Nos quejamos de los políticos, los partidos o los sindicatos, y con razón, en las charlas con la familia, los amigos o los compañeros, pero no hacemos nada. Dejamos simplemente que nos gobiernen hasta que nos damos cuenta de que han usurpado la soberanía del pueblo. Nuestra soberanía.
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