Tras un inmerecido descanso vuelvo a la carga. Hablaba en mi última nota, hace tres semanas, de la reforma constitucional y de la ley electoral para que las cámaras sean más representativas. Para que un sistema como el que describía funcione y sea verdaderamente representativo de la voluntad popular es necesario corregir además otro problema: la disciplina de partido.
Actualmente la disciplina de partido se impone porque los diputados saben que su reelección depende más de las directivas de los partidos que de los electores. Son los partidos los que elaboran las listas electorales de un modo arbitrario, y son listas cerradas. Por lo tanto, lo que debemos lograr es que la reelección de un diputado dependa de los electores y no de los partidos.
Creo que esto se puede lograr con otras dos reformas. En primer lugar con listas abiertas, de forma que los electores puedan no elegir a un candidato sin tener que renunciar a votar al partido. En las últimas elecciones, en Orense, apareció un número significativo de papeletas del PP con el nombre de Baltar tachado. No se puede decir más claro. En segundo lugar, haciendo obligatorio para los partidos elaborar las listas electorales por medios estrictamente democráticos. Puede ser, por ejemplo, mediante las famosas elecciones primarias, pero para todos los candidatos, y no solo para el cabeza de lista. De este modo la reelección de un diputado depende primero de los militantes (no de las directivas) y después del conjunto de electores que votan al partido. Tendrán entonces menos incentivos para acatar ciegamente las órdenes del partido y más intrés en responder a lo que los ciudadanos esperan de ellos.
Por último, también es necesario que todos los partidos tengan las mismas oportunidades reales en las elecciones. O por lo menos impedir que el Estado favorezca a unos en detrimento de otros. Hoy día los está favoreciendo de dos maneras.
Una es que en los medios de comunicación de titularidad pública se asigna tiempo y espacio durante las campañas en función de su representación parlamentaria, con lo que claramente tienen más posibilidades de difundir su mensaje los partidos mayoritarios. Por si fuera poco, se pretende obligar a acatar este sistema también a los medios privados.
La otra manera es la financiación, ya que el Estado subvenciona a los partidos que obtienen representación en función de los votos obtenidos y de los escaños conseguidos; además, adelanta parte de ese dinero en función de los resultados anteriores, con lo que los partidos mayoritarios tienen más medios de llegar a un mayor número de personas.
Es necesario por tanto que los medios de difusión públicos estén abiertos a todos los partidos con equidad, y que el Estado deje de financiar a los partidos.
Publicado originalmente en facebook
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