Esta es la última nota que escribo sobre el tema del neoliberalismo y la economía de mercado. Doy con ella por cumplido lo que prometí, y probablemente ya me he excedido.
A raíz de la crisis actual, los neoliberales, siempre atentos a la menor ocasión, afirman y pretenden hacernos creer que el Estado de bienestar que tan poco les conviene, ha fracasado. Para demostrarlo aducen los problemas de las naciones europeas para hacer frente al desempleo, la deuda, el déficit público, etc. ¡Como si las naciones más puramente capitalistas no tuviesen los mismos problemas! Pero es que además la crisis, lejos de demostrar el fracaso del Estado de bienestar, demuestra su éxito. Es el capitalismo salvaje lo que ha fracasado.
Aunque todos lo sepamos ya, conviene recordar que el origen de la crisis no estuvo en la regulación de los mercados, sino precisamente en la falta de ella. Los conocidos fallos del sistema de libre mercado, unidos a la falta de regulación y a la codicia y falta de escrúpulos de cierto tipo de "emprendedores" originaron sucesivamente la ya olvidada burbuja tecnológica, la burbuja inmobiliaria y la vergüenza de los bonos basura, estos últimos convenientemente avalados (no lo olvidemos) por las arbitrarias agencias de calificación creadas por el mismo sistema. Los problemas que esto ha creado no hace falta ni resumirlos: los padecemos todos.
Lo extravagante es que quieran hacernos creer que el problema es de los Estados y que la solución la tienen ellos, que lo que hace falta es reducir más la regulación de los mercados, recortar derechos sociales, etc. ¡Su solución es profundizar aún más en las causas del problema!
Digo que la crisis demuestra el éxito del Estado de bienestar. ¿Por qué? Porque son sus mecanismos los que están paliando los efectos de los excesos capitalistas, que de otro modo serían devastadores. Solo tenemos que imaginar en qué situación estaríamos sin sistemas de previsión social, protección por desempleo, asistencia sanitaria universal y, en resumen, un sistema de redistribución de la riqueza. No hay que imaginar mucho, la situación sería similar a la que Europa vivió en los años treinta del siglo pasado: conflictividad social, huelgas generales revolucionarias, pistolerismo, revoluciones y ascenso de los extremismos políticos. En el peor de los casos, fascismo o sus variantes, totalitarismo comunista y, sin ninguna duda, enormes bolsas de miseria.
Tal vez parezca que exagero, quizá sí; pero los que vamos peinando alguna cana podemos recordar cómo fueron los años ochenta, lo que ocurrió con el sector naval en Ferrol, Cádiz o Cartagena , la minería en Asturias, los camiones de fruta volcada en la frontera... Y ya hemos superado la tasa de desempleo de entonces.
El Estado de binestar y la solidaridad entre naciones, pese a los inevitables reproches y tensiones entre ellas, son lo bastante fuertes como para soportar esta situación y, además, resistir los ataques de los especuladores que no dudan en hundir a un pueblo, un continente o la humanidad entera si con ello ganan unos dólares. No es perfecto, no es la solución a todo, pero es infinitamente mejor que la alternativa que nos quieren vender.
De hecho, el mayor riesgo del Estado de bienestar es que muera de éxito. Nos ha apoltronado de tal manera que asistimos impasibles a los ataques, o más bien el asedio que sin derribarlo lo va minando poco a poco sin que nadie lo defienda. Que es tanto como decir sin defendernos a nosotros mismos.
Publicado originalmente en facebook el 07/05/2011
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