Nunca entendí la obsesión que los gurús de la economía parecen tener con el crecimiento económico. Nos dicen que el PIB ha bajado una décima como si nos fuera en ello la vida, y que ha subido dos como si todos los pobres fuesen a salir de la miseria. Ganar esas décimas parece haberse convertido en todo el objetivo de cualquier medida económica.
Yo, pobre ignorante, pensaba que el crecimiento económico no era un fin en sí mismo, sino un medio para obtener una mejor calidad de vida. Si no va a mejorar nuestra vida ¿qué importa crecer o no? Pensaba, además que, dado que los recursos del planeta son limitados, es absurdo creer que es posible un crecimiento indefinido.
Mis conocimientos de economía son escasos, se limitan a un par de asignaturas y en una de ellas confieso no haber aprendido nada. Así que he decidido fiarme de los expertos y creer a pies juntillas, con fe inconmovible, que crecimiento es igual a bienestar. Pero resulta que acabo de leer algo de Carlos Taibo, que propugna el decrecimiento, y ahora hay algo que me tiene perplejo.
Taibo pone un ejemplo que yo me tomo la libertad de exagerar. Los indicadores de crecimiento económico, como el PIB, se obtienen sumando la producción y el gasto, salarios, etc. Supongamos entonces que los accidentes de tráfico en España se duplicasen. Harían falta más desplazamientos de ambulancias y policías, habría más consumo de productos sanitarios y se facturarían más horas de trabajo de médicos. En los talleres mecánicos también se facturarían más horas y se venderían más repuestos. Se fabricarían y venderían más coches nuevos. Por supuesto, se venderían más ataúdes y se facturarían más horas de sepultureros. Es decir, que la economía española crecería.
Y he aquí lo que me tiene perplejo: ¿por qué, para salir de la crisis, Zapatero no ha AUMENTADO el límite de velocidad?
Publicado originalmente en facebook el 01/05/2011
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