miércoles, 20 de julio de 2011

El origen de la crisis y sus consecuencias

Acabo de leer el libro La crisis financiera, escrito por el economista Juan Torres López, con la colaboración de Alberto Garzón Espinosa. Se publicó en 2009 como un resumen de un libro más amplio que los autores estaban preparando y que aún no he leído. Es un libro breve, ochenta páginas incluido el prólogo de Pascual Serrano. Destinado a un público profano, es sencillo de entender y se lee en poco tiempo.  Lo recomiendo encarecidamente, Es de libre difusión por lo que se puede descargar libremente en la página de Attac.

No resulta fácil resumir un libro que ya es de por sí un resumen. Su propósito es explicar cuáles son los orígenes de la crisis, por qué es tan grave y cuáles son sus consecuencias. Se estructura en tres partes.

El dinero y la especulación financiera

En esta parte se analiza cómo se ha producido la financiarización de la economía, hasta desvincularse por completo de la economía real. En primer lugar, se explica cómo los bancos no solo manejan dinero, sino que, en realidad, también lo crean. No acuñan dinero de curso legal, claro está, pero sí otros medios de pago que se multiplican de una manera gigantesca. Tanto que el dinero de curso legal ya solo representa entre el 7 y el 10% de los medios de pago, mientras que el "dinero bancario" representa entre el 60 y el 70%.

Se explica posteriormente cómo se ha producido una gigantesca pírámide especulativa. Copio un fragmento:
 Para entender la actual crisis financiera hay que saber, por ejemplo, que esas operaciones de papel sobre papel se realizan también sobre los contratos de préstamo y créditos que suscriben los bancos.
Cuando una persona normal recibe un crédito hipotecario lo firma en el notario y lo guarda en un cajón de su casa, limitándose a pagar religiosamente al banco la cuota mensual que le corresponda.
Pero si el banco también guardase en sus archivos el contrato, solo obtendría de este una única rentabilidad: la cuota mensual.
Para no renunciar a obtener más ganancia lo que hace es vender ese contrato. Es una operación que consiste en “titulizarlo”, es decir, cambiar el papel por liquidez. Vende el contrato a otro banco o a otro inversor y, a cambio de papel, recibe dinero, gracias al cual va a poder seguir dando más créditos que, como sabemos, es lo que le proporciona beneficios y poder.
Dicho contrato va a seguir su rumbo en los mercados, generando a partir de él otros nuevos títulos que a su vez se van vendiendo y comprando indefinidamente, dejando cada vez que se transmite una buena rentabilidad a los especuladores que lo adquieren y luego lo van vendiendo más o menos transformado en otro derivado financiero.
Para que los lectores se hagan una idea de la magnitud de estas operaciones de casino bastaría el ejemplo del banco alemán West LB que ha sido recientemente “rescatado” mediante generosas ayudas públicas: mientras que su capital estaba valorado en enero de 2008 en unos 7 millones de euros el volumen de productos derivados opacos que tenía era de unos 25.000 millones de euros.
Un dato basta para ver hasta qué punto la economía financiera se desvinculó por completo de la economía productiva. Al comenzar la crisis, se calculaba que la economía financiera movía diariamente 5,5 billones de dólares, una cifra 35 veces superior al PIB diario mundial, y 100 veces superior al volumen del comercio mundial.

La crisis de las hipotecas basura

Se estudian en esta parte las circunstancias que llevaron, a comienzos de la década, a una bajada de tipos de interés en Estados Unidos, y a la creación de una burbuja inmobiliaria especulativa (¿nos suena de algo?). La facilidad para acceder al crédito y la posibilidad de invertir en un mercado en alza están en el origen de la crisis, pero no la explican. Vuelvo a copiar:
Cuando se reducían los tipos de interés, los bancos obtenían menos rentabilidad de sus créditos y para compensar esa pérdida tenían dos posibilidades, o tratar de aumentar el número de créditos que concedían, o conceder una parte lo más grande posible de ellos a tipos más elevados.
Para lograr mayores rendimientos multiplicaron su oferta de préstamos hipotecarios y llegaron a concederlos de modo muy arriesgado a familias que no podrían pagarlos si cambiaba a peor su situación económica, a cambio, naturalmente, de tipos de interés más elevados.
A esto sigue una descripción de las tácticas que las entidades financieras utilizaron para lograr que se contratasen estos créditos hipotecarios. La misma Oficina de Responsabilidad del Gobierno de Estados Unidos se mostró preocupada por la falta de información de los clientes y responsabilizó a la publicidad engañosa. Más aún, en 2006 un estudio del Wall Street Journal mostró que más del 60%  de los prestatarios con hipotecas subprime tenían en realidad recursos para haber contratado créditos de mejor calidad.

Pero los bancos no se conforman con el rédito del crédito. Para obtener más beneficio, lo titulizaban, es decir, lo vendían a otras entidades financieras conocidas como vehículos, que a su vez se los vendían a otras mediante productos derivados. De este modo los bancos obtenían más dinero líquido con el que conceder más créditos, traspasando de paso el riesgo a los compradores.

Naturalmente, los vehículos no habrían podido colocar esta basura financiera si los riesgos hubieran estado a la vista, así que los disfrazaron. Empaquetaron las hipotecas basura no solo con otras hipotecas "buenas", sino con productos financieros que nada tenían que ver con los créditos hipotecarios.

En esto jugaron un papel fundamental las agencias de calificación. Estas agencias se dedican a evaluar los riesgos de los productos financieros y emitir el correspondiente informe. Ahora bien, son las propias entidades financieras las que pagan por las evaluaciones. No es sorprendente que las agencias dieran la máxima calificación a estos paquetes. Y se diseminaron por todo el mundo.

La burbuja explotó, y la cartera de los bancos perdió valor drásticamente. Sus activos disminuyeron, pero las deudas que habían contraído no. Como además los bancos prestan a largo plazo pero se endeudan a corto, no tardaron en tener problemas para hacer frente a los pagos. Los bancos dejaron de fiarse unos de otros y de prestarse dinero entre ellos. Lo que es más grave, dejaron de conceder crédito no solo a otros bancos y a los especuladores, sino también a las empresas y familias, trasladando el problema financiero a la economía productiva.

Para no extender demasiado esta entrada, ya suficientemente larga, dejo para otro momento otras consecuencias especialmente graves y preocupantes. Me salto también las muy interesantes implicaciones políticas.

El futuro, las alternativas

En esta tercera y última parte, los autores exponen su propia visión de lo que habría que hacer para salir de la crisis y evitar que se repita. Hay, por supuesto, consideraciones éticas, pero también medidas concretas y viables. Aunque son interesantes no las resumiré, son de sentido común y no hace falta ser economista para extraer conclusiones.

Termino volviendo a recomendaros la lectura de este libro. Como dice Pascual Serrano en el prólogo, en este siglo XXI leer buenos –y decentes- libros de economía es tan importantecom o los de supervivencia si se va a una isla desierta. Este es bueno y decente, y os lo podéis descargar gratuitamente en la página de Attac:



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