lunes, 18 de julio de 2011

Astrología

Hablaba ayer de la importancia de tener una idea general del método científico, y me dejé algunas cosas en el tintero. Por ejemplo, que el método científico no es el único válido para adquirir conocimientos. Un agricultor no lo necesita para saber cuándo sembrar, si hay que regar, o cuándo recoger la cosecha. Pero es útil, decía, para diferenciar la verdadera ciencia de la pseudociencia. De la astrología, sin ir más lejos.

La tesis central de la astrología es que la posición de los planetas, el Sol, la Luna y otros cuerpos en el momento del nacimiento determina la personalidad. Todavía hoy lo creen muchas personas, a pesar de la evidencia en contrario.

El hecho a explicar en este caso es que las personas tienen diferente carácter, la hipótesis de los astrólogos, que la determina la posición de los planetas. Decía ayer que no todas las hipótesis son válidas, que deben ser congruentes con los hechos, desprenderse razonablemente de ellos. Y aquí empiezan los fallos de la astrología. Esta no es una hipótesis que se desprenda razonablemente de los hechos, atribuir la personalidad a la posición de los cuerpos celestes no tiene más sentido que atribuirla a los espíritus o la temperatura ambiente. De hecho, esto último tendría mucho más sentido. Si la personalidad se ve influida por los astros, ¿no debería estar también influida por la masa mucho más cercana de la comadrona?

Además, los astrólogos continúan utilizando un modelo geocéntrico del Universo. Siguen haciendo sus cartas considerando que la Tierra es el centro y todo lo demás, Sol incluido, gira en torno a ella. Cosa que sabemos hace mucho que es falsa.

Para salvar ambas críticas los astrólogos se han visto obligados a renunciar a su afirmación de que el carácter se debe a la influencia de los planetas, renunciando con ello a toda su base teórica. Ahora ya no dicen que esa sea la causa, sino que la causa es otra, pero que igualmente pueden predecir la personalidad porque los astros funcionan como una especie de "calendario cósmico".

Vemos por tanto que la astrología no tiene base teórica, pero al igual que en el caso del agricultor que sabe cuándo ha de sembrar sin establecer teorías, la astrología podría ser respetable si funcionase. Lo malo es que ningún astrólogo, que yo sepa, la ha puesto jamás a prueba, el segundo paso que veíamos ayer. O mejor dicho, no la habían puesto a prueba hasta hace veinticinco años, cuando se prestaron a  colaborar en un experimento científico llevado a cabo bajo la dirección del físico Shawn Carlson y cuyos resultados se publicaron en la revista Nature en diciembre de 1985.

Para realizar el experimento, se invitó a participar a veintiocho astrólogos recomendados por el Consejo Nacional para la Investigación Geocósmica, un organismo reputado internacionalmente entre los astrólogos. No se trataba pues de "astrólogos de feria", sino de los más prestigiosos entre sus propos colegas.

En primer lugar, un grupo de voluntarios facilitó a los astrólogos, sin que hubiera contacto personal, datos verídicos de su nacimiento, con los que los astrólogos debían elaborar un perfil de personalidad. Posteriormente a los voluntarios se les entregaba su perfil junto con otros dos al azar, debiendo elegir el que más se ajustase a su carácter. Como no siempre tenemos una imagen real de nosotros mismos, el experimento tenía una segunda parte. Un segundo grupo de voluntarios realizó un test de personalidad contrastado, el Inventario de personalidad de California. A los astrólogos se les facilitaron los datos de nacimiento de las personas, junto con su CPI y otros dos al azar, debiendo elegir el perfil que más se ajustase a la carta astral.

Por tanto, ambas partes del experimento se complementaban y corregían mutuamente. Los científicos esperaban, claro está, que los astrólogos acertarían un tercio de las veces, lo que cabe esperar por azar. Los astrólogos habían afirmado que acertarían al menos el 50% de las veces, lo que ya es de por sí significativo, puesto que ningún científico aceptaría una hipótesis con un 50% de error. Pese a ello, el experimento se llevó a cabo.

Supongo que no hará falta decir cuál fue el resultado. Los astrólogos acertaron exactamente un tercio de las veces, lo que demostró con contundencia que la astrología no funciona en absoluto. Lo que correspondería en este caso, obviamente, es desechar por completo una hipótesis manifiestamente falsa. Y aún así los astrólogos continúan ejerciendo su oficio y haciéndose pasar por sabios.

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