miércoles, 6 de julio de 2011

La destrucción anunciada de los servicios públicos

El título de esta entrada es el de un capítulo de un libro que estoy releyendo: El imperio frente a la diversidad del mundo, de Sami Naïr, publicado en 2003. Hablaré de este libro en otra ocasión. Ahora me interesa este capítulo que trata, como indica su título, del desmantelamiento de uno de los pilares básicos del Estado social. Naïr parte en este capítulo de unas bases que yo comparto plenamente. No puedo expresarlo mejor que él, así que copio unos fragmentos:

[Los servicios públicos] son el símbolo de un modelo social y cultural que se niega a tener como único referente el mercado. La empresa pública es el único sector que sigue encarnando una deliberada sumisión de lo económico a lo humano, la primacía del desarrollo social (integración, solidaridad, igualdad) frente a la rentabilidad económica a corto plazo.

En efecto, las inversiones en servicios públicos son en su mayoría inversiones cuantiosas y a muy largo plazo. La educación, la sanidad, las infraestructuras de transporte y comunicación, el abastecimiento de bienes de primera necesidad (agua, energía) son sectores de actividad cuya "rentabilidad" no es efectiva sino cuando han pasado muchos años. La continuidad en el esfuerzo de inversión es, pues, fundamental. En cambio, las experiencias de privatización llevadas a cabo en ciertos países europeos muestran que el sector privado no está en condiciones de responder a esta exigencia.

Además, los servicios públicos cumplen una función "social" que ninguna empresa privada está dispuesta a asumir.

Este es el punto de partida de Naïr. Sin embargo, en la construcción de la Unión Europea solo se intentó la construcción de un mercado en libre competencia, y es sabido que en ese tipo de mercado los servicios públicos se consideran un obstáculo. No entraré en el interesante análisis de los tratados que sigue, pero sí señalaré que, según él, las privatizaciones vienen impulsadas por la Comisión. La Comisión está formada por representantes de los Estados designados por los gobiernos, y no elegidos por los ciudadanos. Y, muy importante, tiene la iniciativa legislativa. Vuelvo a citar:

La Comisión prefiere defender el concepto estadounidense de "servicio universal", que implica el suministro a todos los usuarios de unas prestaciones mínimas a un precio asequible. Las obligaciones de continuidad y de calidad son casi inexistentes, y provocan unas desigualdades clamorosas entre quienes deben contentarse con estos servicios y quienes pueden pagarse servicios (en este caso, privados) de calidad.

Ciertos estados parecen intentar resistirse a la política de desmantelamiento elaborada por la Comisión. Pero sin éxito. [...] Con frecuencia, la resistencia de los gobiernos, ya sean conservadores o social liberales, sólo es aparente a no ser que se apoye en poderosos movimientos sociales. [...] Lo esencial, para ellos, es evitar que estas privatizaciones provoquen agitaciones sociales demasiado grandes [...] Los primeros elaboran las condiciones para la privatización, mientras que los segundos "se resisten" verbalmente con el fin de evitar las reacciones del cuerpo social hasta que la privatización se convierte en una necesidad ineludible para la supervivencia de la empresa. Primero se crean las condiciones para la dependencia, y a continuación se nos dice que lo único que se puede hacer es asumirla.

Por último, la gestión privada de las empresas públicas no ha demostrado hasta el momento su superioridad. Todo lo contrario.

Quiero hacer aquí un inciso para recalcar que todo esto no son afirmaciones gratuitas de un pobre indocumentado como yo. Sami Naïr es doctor en filosofía política y en letras y ciencias humanas, catedrático de ciencias políticas, ha sido eurodiputado (aún lo era cuando escribió el libro) y ha ocupado diferentes cargos de alto nivel en la administración francesa, entre otras cosas. Además, todas las afirmaciones que hace en este capítulo están apoyadas por ejemplos demostrables.

La última frase del capítulo dice así:

La educación y la sanidad aún no han sido mencionadas por la Comisión, pero en la medida en que lo son por los socios de los europeos  en el marco de la OMC ¿cómo no pensar que se incluirán pronto en la orden del día?

Sin duda, acertó de pleno. Ocho años después de que lo advirtiera, sanidad y educación ya están en la picota.

Todo esto no es motivo para oponernos a la integración de Eruopa. Yo no lo creo, y Naïr dedica a ello otro capítulo del mismo libro. Lo que necesitamos es avanzar hacia una verdadera unión, no solo económica, sino también política y social. Pero eso es a largo plazo y es tema para otro día. Ahora nos debería agobiar el corto plazo, nos están desmantelando el Estado social a marchas forzadas con la coartada de la crisis. Y lo único que puede evitarlo, como ya señaló Naïr hace ocho años, es la reacción de los ciudadanos, los movimientos sociales amplios. No podemos quedarnos impasibles mientras nos empujan hacia un neoliberalismo rampante, nos jugamos mucho todos y cada uno de nosotros.

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