jueves, 7 de julio de 2011

Literatura popular

"El vulgo es necio y, pues lo paga, es justo". Lope de Vega
El gran éxito de los relatos de Sherlock Holmes llegó a disgustar tanto a Sir Arthur Conan Dolye, que quería escribir otros libros que consideraba más importantes, que decidió matar al personaje para no tener que escribir más relatos. La reacción del público fue tal que los jóvenes seguidores llegaron a ponerse brazaletes de luto y llamarle asesino, pese a lo cual el autor se mostró inflexible... hasta que los editores le ofrecieron una suma tal que Sir Arthur se dijo: "Después de todo, si el público se empeña en que Sherlock Holmes siga haciendo de las suyas, ¿por qué he de ser yo tan remilgado?"

Esta anécdota figura en la nota preliminar a la edición que poseo de El sabueso de los Baskerville. Como señala el autor de esa introducción, ya Lope de Vega había dicho lo mismo con menos escrúpulos y más cinismo, y en ambos casos el vulgo tenía razón. A él le debemos seguir disfrutando de las grandes obras del dramaturgo y de las aventuras del egocéntrico, misógino y drogadicto detective (¡qué políticamente incorrecto resulta hoy!)

Hace algunos años recuerdo haber leído una entrevista a un escritor cuyo nombre no recuerdo, al que le preguntaron su opinión sobre los libros de Harry Potter. Contestó (cito de memoria) que algunos de sus amigos le decían que sus hijos empezaban leyendo Harry Potter y acabarían leyendo a Stephen King, lo que según él era empezar leyendo basura para acabar leyendo más basura. En mi opinión, eso dice menos de los libros en cuestión que del entrevistado: un pedante. El mismo tipo de pedante que llamaba a Galdós ramplón y garbancero.

Si los ejemplos de Galdós, Lope o Doyle no bastan, bastará recordar que grandes obras de la literatura se escribieron con vocación de literatura popular, o lo fueron sin pretenderlo. El lazarillo de Tormes o El Quijote, por ejemplo. Y aún aquellas que no alcanzarán la consideración de éstas cumplen su función de entretener. Las cuatro novelas que yo he leído de Stephen King me resultaron entretenidas, y no veo que eso tenga nada de malo.

Si, como dijo alguien, los libros son el alimento del espíritu, las novelas populares serían las chuches. ¿Y a quién no le gusta comer un caramelo? Mientras no haya que decirnos, como a los niños, que no podemos alimentarnos solo de golosinas, todo va bien.

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