domingo, 15 de diciembre de 2013

Seguridad ciudadana

He leído estos días un resumen informativo del anteproyecto de ley de protección de la seguridad ciudadana y la nueva ley de seguridad privada. También he leído en alguno de los muchos artículos de opinión publicados al respecto que la tramitación en estos momentos de ambos proyectos es algo programado para satisfacer, tras dos años centrados en política economómica, al electorado más conservador del Partido Popular. No sé si será cierto, pero es verosímil.

No haré demasiados comentarios sobre la primera norma. A mí me sorprende que tenga en ella la consideración de falta muy grave, y por lo tanto sancionable con multa de 30.000 a 600.000 euros, "La convocatoria por cualquier medio o asistencia a cualquier reunión o manifestación, con finalidad coactiva e inobservancia de los requisitos previstos en la Ley Orgánica 9/1983, de 15 de julio, desde que, conforme a la Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, de Régimen Electoral General, haya finalizado la campaña electoral hasta la finalización del día de la elección."

Es solo un ejemplo. Veamos otro, esta vez de falta grave sancionable con multa de 1.000 a 30.000 euros: "La perturbación de la seguridad ciudadana que se produzca con ocasión de reuniones frente a las sedes del Congreso de los diputados, el Senado y las Asambleas Legislativas de las Comunidades Autónomas, aunque no estuvieran reunidos, celebradas con inobservancia de los requisitos previstos en la Ley Orgánica 9/1983, de 15 de julio." Hay varios ejemplos similares más en el proyecto, y no es difícil saber qué los ha motivado. (1)

Podemos estar o no de acuerdo, pero yo creo que esto tiene más bien poco que ver con lo que la mayoría de nosotros entendemos por "seguridad ciudadana", y bastante más con el concepto que cierta derecha tiene de "orden público". Por si alguien no me entiende, creo que ciertos sectores de la derecha entienden por orden público que unos manden y otros obedezcan, y no me proteste usted que le meto una multa de 600.000 euros. Cifra, por cierto, que viene a ser como treinta años de mi sueldo, año más, año menos, si se me ocurriese la peregrina idea de acudir a una manifestación (ni siquiera convocarla) en la jornada de reflexión. Proporcionado, lo que se dice proporcionado, no me parece.

Con todo, me preocupa mucho más la segunda norma, la ley de seguridad privada. Contempla esta nueva ley la posibilidad de que los vigilantes privados puedan identificar, registrar y hasta detener a una persona incluso en la vía pública. Y esto es una barbaridad. Se ha insistido bastante estos días en que la fomración de un vigilante privado no se compara ni de lejos con la de un policía o un guardia civil. Pero ésta no es la cuestión. Aunque tuvieran una formación equivalente, incluso aunque los vigilantes privados estuvieran mejor formados, seguiría diciendo que es una barbaridad.

El agente de los cuerpos de seguridad del Estado no sólo es un profesional bien formado, es un funcionario público al servicio de los ciudadanos. Ha accedido a su función con arreglo a los principios constitucionales de igualdad, mérito y capacidad, y tiene en su trabajo unas garantías (algunos lo llaman privilegios) que lo son también para el ciudadano de que ejercerá su labor con independencia y sujeción exclusiva a la ley.

Por el contrario, el agente de seguridad privada es, como el nombre indica, una persona al servicio de intereses privados. Todo lo legítimos que se quiera, pero privados. Es un profesional contratado por un particular, pagado por un particular, que puede ser despedido en cualquier momento por un particular, y que se haya bajo la dirección de un particular. Permitir a estas personas ejercer funciones que deberían estar reservadas a las fuerzas de seguridad del Estado, restringiendo por muy temporalmente que sea derechos fundamentales, es convertirlos en policías privados. En algo comparable, si se me permite la exageración, a las antiguas mesnadas. No me importa los límites o las pretendidas garantías que la norma establezca, es inadmisible per se.

Todo esto en un contexto en que a la policía, como al resto de funcionarios y so pretexto de la austeridad, se les aplica una tasa de reposición del 10%. Es decir, que por cada diez agentes que causan baja por jubilación o incapacidad solo se incorpora uno.

Pero no es, aseguran, una privatización de la policía ¡qué va! Nosotros, que somos mal pensados.
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(1) Después del tiempo transcurrido desde que escribí este texto, es posible que sí haga falta explicar qué motivó estos cambios legislativos. Estaban entonces en su apogeo las protestas ciudadanas surgidas del movimiento 15-M. 

sábado, 14 de septiembre de 2013

A vueltas con el paro

Anda el Gobierno estos días sacando pecho como de costumbre con los datos de la EPA, que muestran un descenso del paro en el segundo trimestre de este año. Nos dicen que esto demuestra las bondades de la reforma laboral, que está surtiendo efecto y creando empleo. No pretendo aguarle la fiesta a nadie, pero me temo que esto sea una interpretación demasiado simplista de un dato aislado y en bruto. Bienvenido sea, desde luego, el descenso del número de parados, pero hay otros datos preocupantes.

Según los datos estadísticos que publica en su página web el Ministerio de Trabajo, el número de parados descendió en 225.200 personas en el segundo trimestre de este año. El dato es de la EPA, no de paro registrado, y en bruto, sin desestacionalizar. Aclaro esto porque es normal que el paro baje en el segundo trimestre y, como he comentado en ocasiones anteriores, los datos desestacionalizados pueden ser muy diferentes.

Un segundo dato, de la misma fuente, es el número de ocupados, que ha aumentado en el mismo trimestre en 148.300 personas. También este dato habría que desestacionalizarlo, pues es igualmente normal que aumente el número de ocupados por las mismas razones. Huelga mencionar la relación entre ambos datos, si hay más gente trabajando hay menos gente en paro, es obvio. Como lo es también que aunque relacionados, no hay una correlación exacta. Salta a la vista que hay una diferencia de 76.900 personas. ¿Qué ha ocurrido con ellas? No han encontrado ocupación, pero tampoco engrosan ya la lista del parados.

Supongo que ya lo imagináis. Siempre según los datos del Ministerio para el mismo trimestre, resulta que la población activa (la suma de parados y ocupados) ha descendido en 76.100 personas. La suma de las tres cifras no es exacta, lo que imagino que se explica por los márgenes de error de las estadísticas. Poco importa, el hecho es que más de setenta y seis mil personas ya no cuentan por que han abandonado el mercado de trabajo. Se han ido. No sé si son inmigrantes que han regresado a sus países de origen, españoles que han emigrado o ambas cosas. El hecho es que se han ido. Y el dato es de un solo trimestre, la pérdida de población activa acumulada desde principios de 2011 (por lo tanto ya con el Gobierno anterior) pasa de trescientos cuarenta mil.

Naturalmente la tasa de paro, en porcentaje, desciende. Es una aritmética sencilla, los que se marchan son los parados, no los que tienen trabajo. Si tenemos una población de 100 personas de las que 20 están en paro, la tasa es del 20%. Si 10 parados se van, tenemos 10 parados sobre una población de 90, lo que supone el 11%.

De todos modos todo esto está referido a un único trimestre. Tendríamos que ver si se trata de algo más o menos coyuntural (la dichosa estacionalidad) o de verdad se inicia una tendencia. Y en ese cáso qué tendencia. Si es a que aumente el número de ocupados esta claro que sería positivo, aunque habría que ver en qué condiciones encuentran trabajo esas personas. Lo malo sería que la tendencia que se inicia, si es que se inicia, no sea esa. Lo malo sería que nos estemos convirtiendo otra vez en un país de emigrantes. En un país de ciudadanos sin futuro.

Creo que al final sí que le habré aguado la fiesta a alguien pero ¿qué queréis? Pese al optimismo recalcitrante del Gobierno, a mí me parece que hay motivos al menos para tomarnos los datos con un sano escepticismo. No es que quiera verlo todo negro, pero por más que quiera tampoco consigo verlo todo color de rosa. Igual es mi carácter.

sábado, 6 de julio de 2013

Más cosas que no cambian

Bernal Díaz del Castillo
Historia verdadera de la conquista de la Nueva España

CAPITULO CV

Cómo se repertió el oro que hobimos, así de lo que dio el gran Montezuma como lo que se recogió de los pueblos, y de lo que sobre ello acaeció a un soldado

Lo primero se sacó el real quinto y luego Cortés dijo que le sacasen a él otro quinto como a Su Majestad, pues se lo prometimos en el Arenall cuando le alzamos por capitán general y justicia mayor, como ya he dicho en el capítulo que dello habla. Luego, tras esto, dijo que había hecho cierta costa en la isla de Cuba, que gastó en el armada, que lo sacasen del montón. Y demás desto, que se apartase del mismo montón la costa que había hecho Diego Velázquez en los navíos que dimos al través, pues todos fuimos en ello. Y tras esto, para los procuradores que fueron a Castilla. Y demás desto, para los que quedaban en la Villa Rica, que eran setenta vecinos, y para el caballo que se le murió y para la yegua de Juan Sedeño que le mataron los de Tascala de una cuchillada. Pues para el fraile de la Merced y el clérigo Juan Díaz y los capitanes y los que traían caballos, dobladas partes, e escopeteros y ballesteros por el consiguiente, e otras sacaliñas. De manera que quedaba muy poco de parte. Y por ser tan poco, muchos soldados hobo que no lo quisieron rescibir; y con todo se quedaba Cortés, pues en aquel tiempo no podíamos hacer otra cosa sino callar, porque demandar justicia sobre ello era por demás. E otros soldados hobo que tomaron sus partes a cien pesos, y daban voces por lo demás. Y cortés, secretamente, daba a unos y a otros, por vía que les hacía merced, por contentallos, y con buenas palabras que les decía, sufrían.

[...]

Y diré lo que a un soldado que se decía Hulano de Cárdenas le acaesció. Parece ser que aquel soldado era piloto y hombre de la mar, natural de Triana o del Condado, e el pobre tenía en su tierra mujer e hijo, y como a muchos nos acontesce, debría de estar pobre y vino a buscar la vida para volverse a su mujer e hijos. E como había visto tanta riqueza en oro, en planchas y en granos de las minas y tejuelos y barras fundidos, y al repartir dello vio que no le daban sino cien pesos, cayó malo de pensamiento y tristeza; y un su amigo, como le veía cada día tan pensativo y malo, íbale a ver y decíale que de qué estaba de aquella manera y sospiraba tanto de rato en rato. Y respondió el piloto Cárdenas, que es el que estaba malo: "¡Oh, cuerpo de tal comigo! ¡Y no he de estar malo, viendo que Cortés ansí se lo lleva todo el oro, y como rey lleva quinto y ha sacado para el caballo que se le murió y para los navíos de Diego Velázquez y para otras muchas trancanillas! ¡Y que muera mi mujer e hijos de hambre, pudiéndolo socorrer cuando fueron los procuradores con nuestras cartas y le enviamos todo el oro y plata que habíamos habido en aquel tiempo!" Y respondióle aquél su amigo "Pues ¿qué oro teníades vos para les enviar?" Y el Cárdenas dijo: "Si Cortés me diera mi parte de lo que me cabía, con ello se sotuvieran mi mujer e hijos, y aun les sobraran; mas mirá qué embustes tuvo: hacernos firmar que sirviéssemos a Su Majestad con nuestras partes y sacar del oro para su padre, Martín Cortés, sobre seis mil pesos, e lo que escondió. Y yo y otros pobres, que estemos de noche y de día batallando, como habéis visto en las guerras pasadas de Tabasco y Tascala y lo de Cingapacinga e Cholula, y agora estar en tan grandes peligros como estamos, y cada día la muerte al ojo, si se levantasen en esta cibdad. E ¡que se alce con todo el oro y lleve quinto como rey!"

[...]

Y ansí cesaron sus pláticas, las cuales alcanzó a saber Cortés. Y como le decían que había muchos soldados descontentos por las partes del oro y de lo que habían hurtado del montón, acordó de hacer a todos un parlamento con palabras muy melifluas. Y dijo que todo lo que tenía era para nosotros, y que él no quería quinto, sino la parte que le cabe de capitán general, y cualquiera que hobiese menester algo, que se lo daría. Y aquel oro que habíamos habido era un poco de aire: que mirásemos las grandes cibdades que hay y ricas minas, que todos seríamos señores dellas y muy prósperos y ricos. Y dijo otras razones muy bien dichas, que las sabía bien proponer. Y mandó que los bastimentos que traían los mayordomos de Montezuma que lo repartiesen entre todos los soldados como a su persona. Y demás desto, llamó aparte al Cárdenas y con palabras le halagó, y le prometió que en los primeros navíos le enviaría a Castilla a su mujer e hijos, y le dió trescientos pesos, y ansí se quedó contento con ellos.

CAPITULO CVI

Cómo hobieron palabras Juan Velázquez de León y el tesorero Gonzalo Mexía sobre el oro que faltaba en los montones antes que se fundiese, y lo que Cortés hizo sobre ello.

[...] Y Juan Velázquez de León en aquel tiempo hacía labrar a los indios de Escapuzalco, que eran todos plateros del gran Montezuma, grandes cadenas de oro y otras piezas de vajillas para su servicio. Y como Gonzalo Mexía, que era tesorero, le dijo secretamente que se las diese, pues no estaban quintadas y era conocidamente ser de las que había dado el Montezuma, y el Juan Velázquez de León, que era muy privado de Cortés, dijo que no le quería dar ninguna cosa y que no lo había tomado de lo que estaba allegado ni de otra parte ninguna, salvo que Cortés se las había dado antes que se hiciesen barras. Y el Gonzalo Mexía respondió que bastaba lo que Cortés había escondido y tomado a los compañeros. Y todavía, como tesorero, demandaba mucho oro, que no se había pagado el real quinto, y de palabras en palabras, vinieron a se desmandar y echaron mano a las espadas. Y si de presto no los metiéramos en paz, entrambos a dos acabaran allí sus vidas, porque eran personas de mucho ser y valientes por las armas, y salieron heridos cada uno con dos heridas. Y como Cortés lo supo, los mandó echar presos cada uno en una cadena gorda. Y parece ser, según muchos soldados dijeron, que secretamente habló Cortés al Juan Velázquez de León, como era mucho su amigo, que se estuviese preso dos días en la misma cadena y que sacarían de la prisión al Gonzalo Mexía, como a tesorero. Y esto lo hacia Cortés porque viésemos todos los capitanes y soldados que hacía justicia, que el Juan Velázquez, uña y carne del mismo capitán, le tenía preso.

sábado, 29 de junio de 2013

No son las matemáticas, estúpido

Es la economía, estúpido. James Carville
Las proposiciones matemáticas, en cuanto tienen que ver con la realidad no son ciertas; y en cuanto que son ciertas, no tienen nada que ver con la realidad. Albert Einstein.
En los inicios de este blog escribí dos o tres veces sobre la importancia de tener cierta cultura científica, y en particular cierta cultura matemática para entender el mundo en el que vivimos. Vuelvo sobre el tema a raíz de cierto curioso argumento que he escuchado varias veces como defensa de los recortes.

No sé si lo habré mencionado alguna vez, pero me gusta ver los debates de la televisión. Normalmente veo los del Canal 24h o los de VTelevisión, también a veces los de La Sexta, y más raramente los de 13TV e Intereconomia. Creo, aunque no me atrevería a jurarlo, que fue en Al rojo vivo y en El gato al agua donde oí a un tertuliano afirmar que los recortes son inevitables y pretender justificarlo con las palabras textuales "son matemáticas". Con toda seguridad se lo oí decir a Alfonso Rojo, aunque no solamente a él.

Me temo que con esta afirmación estas personas solo consiguen demostrar una cosa: su escasa comprensión de las matemáticas. Expresar algo, lo que sea, en términos matemáticos no basta para convertirlo en una ley inexorable. Incluso cuando hablamos de leyes físicas encontramos la manera de utilizarlas en nuestro beneficio. Pero vamos por partes.

Hace casi exactamente dos años ponía un ejemplo tomado del matemático John Allen Paulos referido a recetas de cocina. Ya sabéis, esas en las que se utilizan medidas tan exactas como un tomate pequeño, medio vaso de vino o una cucharada de aceite y al final se dice que la ración contiene 761 calorías. Es obviamente ridículo partir de datos inexactos y estimativos y pretender que el resultado sea exacto. Pues bien, resulta que unos señores muy serios han llegado a la conclusión matemáticamente inexorable de que hay que recortar las pensiones porque estiman que en 2050 habrá no sé cuantos cotizantes, viviremos no sé cuantos años, etc. No digo que sus estimaciones no sean fundadas, pero no dejan de ser eso, estimaciones tan exactas como el número de calorías que hay en un tomate pequeño.

Pero no es ese, a pesar de todo, su principal error. Eso es pecata minuta. Su gran error radica en no entender que las matemáticas no nos dicen ni pueden decirnos lo que debemos hacer. Las decisiones las toman las personas, no las ecuaciones. Las matemáticas no son más que una herramienta que nos ayuda a decidir lo que hemos de hacer después de que hayamos determinado lo que queremos conseguir. Si se me permite un símil tonto, es como un mecánico que aprieta más y más una tuerca y dice que no se puede aflojar por culpa de la llave. No es la llave, idiota, es que tienes que girar hacia el otro lado. 

Vamos a verlo con un ejemplo sencillo pero característico del uso de las matemáticas en la toma de decisiones. Lo extraigo de unos viejos apuntes universitarios.

Un fabricante se enfrenta a tres escenarios posibles para el próximo año: estima que hay un 10% de probabilidad de que la demanda de su producto disminuya, un 30% de que se mantenga, y un 60% de que disminuya. Debe decidir si le conviene mantener el mismo nivel de producción, aumentarlo un 5% o aumentarlo un 5%. Sus conocimientos y su experiencia le permiten estima cuál será el resultado en función de la decisión que tome y el escenario que se produzca. Se resume en el cuadro siguiente.

Las cifras de la columna de la derecha son la "esperanza matemática" para cada posible decisión. Se obtienen multiplicando cada resultado por su probabilidad y sumando los productos de cada fila. Vemos que la mayor expectativa está en la tercera decisión, pero también es la más arriesgada ya que en dos de los tres escenarios se producirían pérdidas, severas en el peor de los casos. Por el contrario, la primera decisión es segura, con beneficio en los tres escenarios, pero con expectativas bajas.

Lo primero que habría que observar es que se trata de un modelo probabilístico, las esperanzas matemáticas adquieren su sentido cuando se aplican a series de decisiones homogéneas, y no a una única decisión aislada.

Lo siguiente sería considerar si la empresa puede asumir la pérdida que se produciría en el peor de los casos posibles. Por muy alta que sea la expectativa de la tercera decisión y por baja que sea la probabilidad del primer escenario, quizá no estemos dispuestos a correr el riesgo de acabar en quiebra.

Por otra parte, aunque la primera decisión es segura y no producirá pérdidas en ningún escenario, los beneficios son pequeños y tal vez nos interese correr un riesgo moderado para obtener mayores beneficios.

Entonces, ¿qué decisión nos dicen las matemáticas que debemos tomar? No nos lo dicen. Solo nos proporcionan información para que nosotros tomemos la decisión considerando qué riesgos podemos asumir y qué queremos conseguir: beneficio a toda costa, estabilidad y continuidad en el negocio, o un equilibrio intermedio.

Yo me voy a permitir el riesgo de hacerme pesado con un último ejemplo. Tal vez recordéis un ejercicio que nos planteaban en el colegio. Dada una determinada superficie de cartón, debíamos hallar las dimensiones de la caja que hiciese el volumen máximo, o bien al contrario, dado un determinado volumen obtener las dimensiones de la caja que minimizasen la superficie de cartón necesaria.

Pues bien, volviendo al problema de los recortes y aunque el ejemplo pueda parecer absurdo, nos lo podemos plantear de dos maneras, como la caja de cartón. Podemos partir del  "volumen" de Estado social que queremos y minimizar los gastos que lo hagan posible (y maximizar los ingresos, cosa que nunca se menciona), o bien podemos partir de un determinado volumen de gasto y maximizar el Estado social que permitan. En la realidad sospecho que el enfoque que se le está dando es aún más sencillo: minimizar el Estado social a toda costa. Pero esa es otra historia.

En todo caso, no son las matemáticas.

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viernes, 28 de junio de 2013

Le seguimos llamando democracia

Hace unos cuantos días, durante un pleno del Parlamento de Galicia, el diputado popular Hipólito Fariñas justificó la ausencia de los miembros del Gobierno en los debates aduciendo que están trabajando, y no escoitando parvadas (escuchando tonterías) y perdiendo el tiempo. No pasa de ser una anécdota, desde luego, pero me viene al pelo para hablar un poco del extraño concepto que algunas personas tienen de la democracia.

Convendréis conmigo en que la división de poderes es un principio básico de cualquier estado democrático, como se supone que es España. Dejando por ahora aparte al poder judicial y ciñéndonos al ejecutivo y al legislativo, la separación se plasma teóricamente en nuestra Constitución, en los artículos 66 y 97, que dicen así:

Artículo 66

1. Las Cortes Generales representan al pueblo español y están formadas por el Congreso de los Diputados y el Senado.

2. Las Cortes Generales ejercen la potestad legislativa del Estado, aprueban sus Presupuestos, controlan la acción del Gobierno y tienen las demás competencias que les atribuya la Constitución.

Artículo 97

El Gobierno dirige la política interior y exterior, la Administración civil y militar y la defensa del Estado. Ejerce la función ejecutiva y la potestad reglamentaria de acuerdo con la Constitución y las leyes.

Conviene observar en primer lugar que son las Cortes las que ostentan en exclusiva la representación del pueblo, representación que no se atribuye al Gobierno. De ahí que se atribuya a las Cortes la función de controlar la acción del Gobierno y, recíprocamente, la obligación de éste de responder ante los legítimos representantes del pueblo soberano:

Artículo 108

El Gobierno responde solidariamente en su gestión política ante el Congreso de los Diputados.

Esta relación, dicho sea de paso y por volver al comentario del señor Fariñas, se establece también en el Estatuto de Galicia en sus artículos 10 y 17.

Existe por tanto, al menos teóricamente, una separación entre los poderes ejecutivo y legislativo, lo que no implica que ambos estén en el mismo nivel. Son las Cortes, como únicas representantes del Soberano, las que eligen al Presidente del Gobierno (art. 99), controlan su acción (art. 66) y pueden exigir su dimisión (art. 113).

Hasta aquí todo parece maravilloso. Por desgracia la realidad es otra porque la misma Constitución contempla algunos matices que esa relación entre ambos poderes se haya quedado en pura teoría. En la práctica se ha llegado a una auténtica usurpación por el ejecutivo de del poder y la representación que deberían ostentar las Cortes, y que se hace especialmente patente cuando, como ahora, un partido político tiene una mayoría absoluta de diputados en el Congreso. ¿Cómo ha sido posible?

Por una parte, aunque la potestad legislativa se atribuye a las Cortes, la iniciativa legislativa no se le atribuye de modo exclusivo. La tramitación de una ley puede iniciarse con una proposición de ley de las propias Cortes, pero también con un proyecto de ley aprobado en Consejo de Ministros.

Por otra parte, existe la figura del Decreto-ley, que el Gobierno puede dictar en caso de extraordinaria y urgente necesidad, y que tiene el mismo rango normativo que la ley emanada de las Cortes. Cierto que estas normas deben ser convalidadas o derogadas por el Congreso en el plazo de treinta días, pero no menos cierto que no es posible definir a priori qué es una necesidad extraordinaria y urgente.

Esto ha llevado a que sea el Gobierno el que ejerce de facto el poder legislativo. Incluso cuando ningún partido tiene mayoría absoluta el Gobierno suele limitarse a negociar (por no decir trapichear) con los llamados partidos-llave el apoyo imprescindible. Si hay mayoría absoluta ni os cuento. La falta de democracia interna de los partidos, las listas cerradas y la disciplina de voto convierten el debate parlamentario en puro teatro. Los diputados van a la Cámara, si es que van, a pronunciar su discurso para la galería, pero todos sabemos que el proyecto de ley o el Decreto-ley serán convalidados.

En estas condiciones, decir que las Cortes Generales representan al pueblo español se queda en una frase grandilocuente que no significa nada. El problema no es que no nos representen, que no, que no, que no. El problema es que sí nos representan (más o menos) pero no pintan nada, lo que equivale a decir que el pueblo no pinta nada.

Llegados a este punto quizá diréis que exagero porque al Gobienro también lo elegimos democráticamente, pero no es así. Al menos no del todo, ya que no tenemos elecciones presidenciales. Votamos a una lista de candidatos a diputados y senadores. En el caso del Congreso ni siquiera votamos a candidatos concretos, sino a listas elaboradas por las cúpulas dirigentes de los partidos. Por añadidura, las circunscripciones electorales distorsionan el resultado, haciendo que los partidos mayoritarios sean sistemáticamente favorecidos y los resultados en votos no se correspondan con los resultados en escaños.

Es precisamente ese Congreso que tan imperfectamente nos representa, y no nosotros, el que elige al Presidente del Gobierno. Y es este Presidente elegido indirectamente por representantes cuestionables el que nombra a su vez y a su libre albedrío a los ministros. Que acaban ejerciendo colegiadamente no solo la función ejecutiva que legítimamente les corresponde, sino también la función legislativa para la que no han sido elegidos.

Lo peor de todo es que lo hemos aceptado y asumido como algo normal. Cuando hay elecciones, aunque sabemos que no son presidenciales hablamos de candidatos a la presidencia y votamos a Rubalcaba, a Rajoy o a Díez ; el resto de candidatos sabemos que no cuentan y nos da igual. Los días que se reúne el Consejo de Ministros esperamos con toda normalidad que anuncien cuáles serán las nuevas leyes sabiendo que el debate parlamentario será un mero trámite, y lo aceptamos. Hasta aceptamos que un acuerdo entre dos hombres que iban en unas listas que nosotros no decidimos baste para reformar la propia Constitución.

En fin, no sé qué más puedo decir que no sepáis ya. Basta con leer el periódico cualquier día y ver como catorce hombres, a trece de los cuales no hemos elegido ni directa ni indirectamente, hacen y deshacen a su antojo ignorando olímpicamente la voluntad de los ciudadanos, ya sea que se exprese directamente o a través de sus representantes.

Y a pesar de todo lo seguimos llamando democracia. Dime tú, amigo lector, hasta qué punto crees que realmente lo es.

martes, 25 de junio de 2013

Becas, tasas y excelencia

Creo que es una buena costumbre, que procuro seguir en este blog, aclarar cuándo escribo sobre datos de primera mano y cuándo no. Aclaro por tanto que no he leído el anteproyecto de ley de reforma del sistema educativo, sino que escribo de lo que sobre ella se publica y comenta en los medios de comunicación. En consecuencia me limito a los aspectos que han suscitado más titulares: las becas y las tasas.

Las tasas, como es sabido, se han incrementado con el objetivo, para mí erróneo y falaz, de aproximarlas al coste real de los estudios. El incremento hace hincapié en la segunda y sucesivas matrículas con el argumento de que así se penaliza a los malos estudiantes y se fomenta la excelencia. Directa o indirectamente ya he escrito antes sobre ambas cuestiones, pero me repetiré.

Las tasas universitarias no tienen por qué aproximarse al coste real, es éste un argumento mercantilista que no responde en absoluto a lo que es y debe ser un servicio público en el que, por definición, lo primordial es la prestación del servicio y los aspectos económicos vienen después. Ojo, no estoy diciendo que no haya que mirar los aspectos económicos, sino que hay que tener claras las prioridades. Es obvio que no podemos tener un servicio público mejor que el que podamos permitirnos, pero esa no es la cuestión aquí porque sí podemos mantener una enseñanza pública de calidad  sin incrementar las tasas. El problema de los servicios públicos españoles no es el exceso de gasto, sino la insuficiencia de ingresos debida al sistema fiscal. Permitidme que esta afirmación no la argumente aquí, os remito, si queréis conocer mi opinión, a las entradas que he publicado sobre esa cuestión.

En cuanto a penalizar a los malos estudiantes y fomentar la excelencia, es un argumento engañoso. Dicho así seguro que nadie tendrá nada que objetar, todos de acuerdo. El problema es que el incremento de tasas no va a lograr eso ni por asomo, porque ni se penaliza a los malos estudiantes ni se premia a los buenos. Lo que se hace es excluir a los estudiantes que no puedan pagar la segunda matrícula, mientras  los más pudientes se pueden permitir la segunda, la tercera y las que hagan falta. La excelencia, si ese fuera realmente el objetivo, se lograría mucho mejor con un sistema educativo de calidad y un adecuado nivel de exigencia para todos los alumnos, sea cual sea su capacidad económica.

En cuanto a las becas, también es sabido que el señor Wert pretende incrementar la exigencia para su concesión de una calificación de 5,5 a 6,5. El argumento es el mismo, el supuesto fomento de la excelencia, y la respuesta por tanto también: la excelencia se logra con un sistema educativo de calidad y un adecuado nivel de exigencia para todos los alumnos. Pero aquí hay algo más que decir, bastante más.

Me gustaría, antes de entrar en lo que yo entiendo que es la esencia del problema, salir al paso de un par de falacias. En primer lugar están los columnistas, tertulianos y opinantes varios afines al Gobierno que ante cualquier objeción a la reforma preguntan, con estas palabras u otras similares  ¿A igual capacidad económica a quién prefieres que se le dé la beca, al que se esfuerza o al vago? En las tertulias televisivas suelen preguntarlo insistentemente y a gritos, intentando forzar al rival a dar la respuesta que ellos quieren. Pero señores míos, esa no es ni ha sido nunca la disyuntiva, nadie propone que se le concedan becas a los vagos. Estamos hablando de conceder becas a los alumnos que aprueban, por tanto que demuestran su capacidad e interés, pero no pueden costearse los estudios. Vamos a dejarnos de preguntas estúpidas propias de discusión de parvulario y debatamos el tema con seriedad.

La otra cuestión a la que quiero salir al paso es el reciente comentario del señor Wert de que un estudiante que no obtiene un 6,5 tal vez esté mal encaminado y debería estar estudiando otra cosa. No ha aclarado, que yo sepa, si con "otra cosa" se refiere a otra carrera universitaria, a una formación profesional o a qué. En todo caso no importa, es otra afirmación estúpida. Primero porque, si el aprobado es un 5 es porque se entiende que quien obtiene esa calificación ha obtenido los conocimientos y habilidades necesarias para que se le otorgue el título y ejercer la profesión. ¿Por qué iba a estar mal encaminado el que no obtiene un 6,5?  Estará mal encaminado el que suspende, digo yo. ¿Que tal vez podría conseguir mejores resultados en otros estudios? Pues sí, igual que el que saca un 7 o matrícula de honor. O no.

Pero es que, además, cuando el señor Wert habla del alumno que no saca un 6,5 en realidad está hablando del alumno pobre que no saca un 6,5. Para el estudiante con recursos económicos no se plantea si está bien o mal encaminado: puede pagarlo y punto. Una vez más, no se fomenta la excelencia, sino la desigualdad. Lo que propone  el señor Wert es que el alumno pobre tenga que rendir un 30% más que el rico para no quedar excluido.

Un apunte más, relacionando ya tasas y becas. Ha dicho también el señor Wert para justificarse que al estudiante becado se le paga por estudiar. Y yo añado que al no becado también. Las tasas solo cubren en realidad entre el 15 y el 20% del coste de los estudios. El alumno becado que no obtenga un 6,5 se verá muy probablemente abocado a dejar de estudiar, mientras que al que obtenga un 5 pero pueda pagar la matrícula seguiremos costeándole entre el 80 y el 85% de sus estudios. Justo, lo que se dice justo, no parece.

Y termino ya, ahora sí, con lo que yo creo que es el verdadero meollo del asunto. Y es que el señor Wert y el Gobierno del que forma parte no han entendido o no quieren entender la finalidad de una enseñanza pública y un sistema de becas. Las becas no están para fomentar excelencias ni para premiar o penalizar a nadie. Repito, una vez más, que eso se consigue con un sistema educativo de calidad y unos adecuados niveles de exigencia para todos los alumnos, becados o no. La enseñanza pública y las becas existen para garantizar que toda persona con la capacidad adecuada pueda estudiar si lo desea, con independencia de su nivel económico o el de su familia, así como para garantizar la igualdad de oportunidades.

Incrementar el coste de segunda matrícula podrá ser discutible, pero no se pretenda argumentarlo en que así se penaliza al mal estudiante, porque no es cierto. Lo que se hace es privilegiar al estudiante malo pero con dinero. Y exigir niveles de rendimiento diferentes a los estudiantes en función de su capacidad económica no me parece algo discutible en absoluto: es injusto sin más. Y es también, en mi humilde opinión, manifiestamente contrario sino a la letra al menos al espíritu de nuestra Constitución, que dice con rotunda claridad que todos tienen el derecho a la educación y que los poderes públicos promoverán y tutelarán el acceso a la cultura, a la que todos tienen derecho.

Todos es todos.

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Sobre el sistema educativo

martes, 18 de junio de 2013

A lingua das peaxes

Esta mañá lin no diario "La Voz de Galicia" que o Ministerio de Fomento vai obrigar a que os sinais das peaxes nas autopistas galegas estean rotulados en castelán, galego e inglés. Non é que sexa unha noticia de primeira magnitude, máis ben é das que esquecemos ó día seguinte, pero ó meu ver a cousa ten a súa miga. Xa ven dun tempo atrás, seica antes os sinais estaban só en galego e inglés, o pode que fora só en castelán e inglés, e houbo protestas, denuncias, intervencións do valedor do pobo... Unha polémica do carallo, que na miña opinión demostra que nos volvemos tolos.

Supoñamos que estiveran rotulados tan só en castelán. ¿Sería tan grave? A fin de contas, a meirande parte dos galegos somos bilingües e tanto nos ten en qué lingua estean. O máis probable e que nin sequera nos decatáramos. Eu, dende logo, non me decatara hata que o lín no xornal de hoxe. Pero claro, haberá quen diga que o galego é lingua cooficial en Galicia e os sinais deben estar nesa lingua. Tamén, claro, por mor daquilo do fomento e protección da lingua galega, a conservación da cultura e todo iso.

Moi ben, non son malas razóns. Supoñamos entón que estiveran tan só en galego. ¿Sería tan grave? A verdade, dubido moito que un señor ou señora de Albacete se comera a barreira por non entender que "peaxe" é o mesmo que "peaje". Moi bruto hai que ser para non entendelo. Pero claro, entón haberá quen diga que o castelán é a lingua oficial do Estado, e que os sinais deben estar nesa lingua e non só en galego. De feito, parece que hai unha normativa que obriga a que estean en castelán e inglés.

E isto é o máis rechamante. ¿Por qué en inglés? Que eu saiba, e mentres non recuperemos Xibraltar, non é lingua oficial en ningunha parte de España. Dirá algún que é para que o entendan os estranxeiros, pero eu digo ¿e qué pasa cos estranxeiros que non entendan inglés? Se somos lóxicos debería estar tamén, cando menos, en árabe, seica en francés, en alemán por aquilo de que a fin de contas van ser os donos de aquí a tres días, e dado o crece a comunidade chinesa, en chinés. O mellor, co que tardaríamos en atopa-la nosa lingua sí que nos comíamos a barreira, pero ese é un mal menor por ser políticamente correctos.

Hai outra solución alternativa. Parece que ningúen pensóu nos analfabetos, que non o ían entender esta na lingua que estea. Propoño cambiar os rótulos por un debuxo ilustrativo, a ser posible de Miquel Barceló. Costaríanos un pastón, pero así estariamos definitivamente seguros de que non o entendía nin Deus.


sábado, 8 de junio de 2013

El paro desestacionalizado

Nos decía el señor Rajoy, antes de que se publicaran los datos del paro del mes de mayo, que iban a ser esperanzadores. Bien, ahora ya están publicados y resulta que el paro registrado ha disminuido con respecto a abril en 98.265 personas. Un dato positivo según el Gobierno, que indica el inicio de la recuperación. Naturalmente de inmediato le han recordado lo que la actual Vicepresidenta decía hace dos años al Gobierno anterior: decir que el paro baja en mayo es como decir que los días son más largos.

¿Quién tiene razón? Yo no voy a contestar a esa pregunta, tan solo quiero aportar algunos elementos para la reflexión y que cada cual extraiga su propia conclusión. Como en ocasiones anteriores, los datos que utilizo en esta entrada son de paro registrado, no de la EPA, y están extraidos de las estadísiticas del Ministerio de Empleo y Seguridad Social. En la primera tabla podemos ver las cifras de paro registrado desde enero de 2007 hasta mayo de este año.


Paro registrado

 Todos los cálculos que siguen están elaborados sobre esta tabla. Observad que utilizo datos de paro "bruto", no de tasa de paro. No tengo por tanto en cuenta las variaciones de la población activa, lo que sería más correcto pero haría todo un poco más engorroso. Tampoco considero datos anteriores a 2007, porque creo que lo que realmente interesa es la evolución desde el inicio de la crisis y porque así me evito trabajar con tendencias cíclicas.

Todos sabemos que el paro tiene un componente estacional, aumenta en determinados meses y disminuye en otros. Por ejemplo, es normal que el paro baje en verano debido a las contrataciones temporales en el sector de la hostelería. De ahí el comentario de doña Soraya y de ahí el actual escepticismo de la oposicón. Los papeles, por cierto, son intercambiables. El Gobierno siempre ve muy positivo el descenso del paro en tal o cual mes, y la oposición siempe lo atribuye a la estacionalidad, con independencia de quiénes estén en el Gobierno y quiénes en la oposición.

Por tanto de lo que se trata es de saber si el descenso del paro en mayo es mayor o menor de lo que cabe atribuir a la tendencia estacional. Una primera aproximación un tanto tosca es no comparar el dato con el del mes anterior, lo que en realidad tiene poco sentido, sino con el del mismo mes del año anterior. Y resulta que en estos doce meses el desempleo ha aumentado en 176.806 personas. Esto parece contradecir al Gobierno, pero en rigor es un dato acumulado de doce meses que nada nos dice sobre la estacionalidad.

Lo que debemos hacer es "desestacionalizar" la serie. Es decir convertir la serie de datos original en otra de la que hayamos extraído el componente estacional. Para eso existen varios métodos matemáticos, yo lo haré a mi manera y sin la menor pretensión de rigor científico.

Lo primero es hallar la tendencia de fondo de la serie, normalmente llamada tendencia secular. Eso puede hacerse, por ejemplo, mediante el sencillo sistema de medias móviles. Yo he preferido utilizar la regresión lineal, que para los poco duchos en matemáticas, consiste en obtener la línea recta que mejor se ajuste a la serie de datos. La calidad de ese ajuste puede medirse por el coeficiente de correlación, un número que oscila entre cero, cuando no hay ninguna correlación, y uno cuando es perfecta. En este caso es de 0,964 y por tanto bastante buena. La siguiente tabla recoge los valores que nos da la tendencia de fondo.

Datos de tendencia
Para verlo más claro, pongamos ambas tablas en forma de gráfico. La línea azul de la siguente gráfica son los datos reales de paro registrado, en la que pueden apreciarse las subidas y bajadas constantes debidas al componente estacional. La línea roja es la tendencia de fondo.

Paro y tendencia
Si ahora dividimos las cifras de la primera tabla entre los de la segunda, extraemos la tendencia secular, quedándonos solamente con las oscilaciones que se han ido produciendo sobre ella en forma de índices. Lo vemos en la siguiente tabla y el siguiente gráfico.



En el gráfico puede apreciarse como hasta finales de 2008 el paro creció por debajo de la tendencia, entre finales de 2008 y mayo de 2011, el peor período de destrucción de empleo, creció por encima de ella, y desde entonces hasta ahora se ha estabilizado por debajo de la tendencia. Esto último es de notar, la estabilización se inició con el Gobierno anterior y no parece haberse alterado significativamente hasta hoy. En la tabla veréis que en la última columna he hallado la media para cada mes, considernado solo hasta 2012, último año completo. Estos ya son, por fin, los índices de estacionalidad. El siguiente paso sería normalizarlos. Yo no lo he hecho porque la diferencia era muy pequeña y no quería añadir otro paso a una exposición ya de por sí tediosa.

El último paso ya es destacionalizar la serie. Igual que antes extrajimos la tendencia para obtener las variaciones estacionales ahora hacemos lo contrario, eliminar las variaciones estacionales dividiendo los datos de la tabla original entre los índices de estacionalidad. De ese modo obtenemos la evolución del paro que no es atribuible a la estacionalidad. Lo vemos en el último gráfico.


La línea azul es la misma que en el primer gráfico: la evolución del paro registrado en términos absolutos. La línea roja es la evolución desestacionalizada. Como dije al principio, extraiga cada cual su propia conclusión.

Termino insistiendo en que todos estos cálculos son solo una aproximación al problema de un mero aficionado y no tienen la menor pretensión de rigor científico. Si hay algún lector con conocimientos matemáticos mas sólidos y profundos que los míos, le animo a corregirme en todo lo que sea necesario. Y a todos os animo, en esta o en otras cuestiones, a analizar los datos por vosotros mismos o, si no tenéis los conocimientos necesarios, a buscar opiniones más rigurosas (que triste es decirlo) que las de nuestros políticos.

Nota

Después de publicar esta entrad me quedé pensando si los resultados habrían sido muy diferentes de haber utlizado otro procedimiento o haberme remontado más atrás. Sentía curiosidad, así que realicé de nuevo los cálculos con tres diferencias: a) utilicé datos desde 2005 en lugar de 2007, b) utilicé las medias móviles en lugar de la regresión, y c) esta vez normalicé los índces. Suponía que la diferencia sería apreciable y pensaba utilizarlo para comentar que las "ciencias exactas" no lo son tanto. Para mi sorpresa, los gráficos finales son tan parecidos que apenas se distinguen.




Por qué un comité de expertos

Como ya sabréis, el comité de "expertos" nombrado para estudiar la reforma del sistema de pensiones acaba de presentar su informe. Según las primeras noticias publicadas (porque obviamente no he leído el informe en sí) recomiendan desvinculara la actualización de las pensiones del IPC, introducir un factor de sostenibilidad que permitiría bajarlas en tiempo de crisis, tener en cuenta la esperanza de vida, computar las cotizaciones de toda la vida laboral... Es más o menos lo que suponía que iban a recomendar, y no porque yo sea adivino, sino porque estaba "cantado".

Entrecomillo la palabra expertos porque lo primero que deberíamos preguntarnos es qué es exactamete lo que les convierte en tales, y por qué se les ha elegido a ellos y no a otros. No es que dude de su valía, pero resulta extraño que de estas doce personas ocho procedan del ámbito de la banca y las aseguradoras privadas. Por el contrario, tan solo uno es catedrático de Derecho del trabajo y la Seguridad Social.

Y es que en mi opinión el dichoso comité de "expertos" nunca ha tenido otra finalidad que dar una apariencia técnica o científica a lo que ya estaba decidido de antemano. De hacer ver que no es una decisión política sino algo inevitable. O por decirlo de otro modo, que la conclusión precedió al estudio. Pero no es en absoluto una cuestión puramente técnica, es política y debe serlo.

Me explico. Me parece obvio que cuando hablamos de pensiones lo primero que tenemos que decidir es si queremos un sistema público o privado, de reparto o de capitalización. Básicamente, si queremos un sistema individualista o solidario, lo que equivale a decidir en qué tipo de sociedad queremos vivir. Eso es una cuestión de principios y por lo tanto política, y no puede quedar de ningún modo en manos de una docena de personas, por muy expertas que sean. En esto no tienen nada que ver demografías, fiscalidades ni esperanzas de vida. Eso viene después, una vez decidido qué modelo queremos tener. Entonces y sólo entonces tendremos que considerar cómo lo implementamos y cómo lo financiamos.

Como apuntaba antes, lo que se está haciendo es exactamente lo contrario. Primero se han considerado las cuestiones relativas a la financiación para extraer la conclusión, que en realidad era premisa, de que hay que cambiar el modelo.

Para comprender hasta qué punto es así, solo hay que notar dos cuestiones muy llamativas. La primera es que, siendo la coartada la financiación y la supuesta inviabilidad económica del sistema, no se mencione la cuestión de los ingresos. Solo se habla del gasto. Ni una palabra para el escandaloso fraude fiscal, ni una palabra para el desigual tratamiento fiscal de las rentas de capital y trabajo. Hay otras alternativas que los "expertos" no mencionan: subir determinados impuestos o subir -¿por qué no?- las cotizaciones sociales.

La segunda cuestión es que un sistema de reparto no depende tan sólo ni de la demografía ni de la fiscalidad. Depende también de la productividad del trabajo, lo que tampoco se menciona aunque sería ciertamente interesante. Y depende también y sobre todo de la relación entre cotizantes y pensionistas, que no es solo cuestión de demografía. Es tener a más de la cuarta parte de la población activa desempleada lo que de verdad está destrozando la caja de la Seguridad Social.

Ni una sola palabra para estas cuestiones. ¿Por qué? Una de dos: o los "expertos" son unos supinos incompententes, o tenían perfectamente claro cuál debía ser la conclusión. No sé vosotros, pero yo empecé a leer y aprender sobre estas cuestiones hacia el año noventa y siete. Y ya entonces, hace dieciséis años, comprendí que había quienes tenían claro que no debíamos tener un sistema de pensiones público y solidario, sino uno individualista y privado.

Como decía, no tengo nada de adivino. Es que hace al menos dieciséis años que se veía venir. Lo malo es que la mayoría no lo quisimos ver, y los que lo veíamos no hicimos lo que teníamos que hacer. Salvo honrosas excepciones, por supuesto, entre las que no me encuentro yo.

domingo, 2 de junio de 2013

Economistas frente a la crisis

Acabo de ver en el blog Al Este de Epem dos videos de la presentación de la Asociación de Economistas frente a la crisis que resumen perfectamente buena parte de lo que llevo dos años escribiendo aquí, magníficamente expresado por personas con mucha más autoridad en la materia. Aquí os dejo uno de ellos:




Podéis ver más sobre esta asociación en su página http://economistasfrentealacrisis.wordpress.com/, seguir su cuenta de twitter @MadridEco, o su página en Facebook https://www.facebook.com/#!/EconomistasFrentealaCrisis?fref=ts. Creo que merece la pena.

martes, 14 de mayo de 2013

La mentira de la rigidez laboral

Hace ya más de un año que escribí en este blog sobre la supuesta rigidez del mercado laboral español, cuando estábamos en vísperas de la funesta reforma laboral perpetrada en marzo del año pasado. Vuelvo sobre el tema porque a pesar de su manifiesta ineficacia, otra vez se exigen a España, desde las instancias que todos sabemos ya, nuevas reformas que "flexibilicen" nuestro mercado laboral.

Un inciso antes de entrar en materia para hacer notar la significativa expresión mercado laboral. No se trata de flexibilizar las relaciones laborales o el ordenamiento jurídico laboral, sino el mercado laboral. El conocido principio de la OIT el trabajo no es una mercancía no significa nada, son solo palabras sin valor. Todo es mercado y todo es mercancía, incluidas las personas, su trabajo y sus medios de vida.

Al grano. La tesis es que la rigidez de las relaciones de trabajo en España es la causa de nuestra elevada tasa de desempleo. A ello se añade que que hay que acabar con la dualidad de la contratación indefinida y temporal, para lo que se propone un contrato único. Dejaré de lado la discusión sobre si está o no justificado que existan distintas modalidades de contrato y diré que, en principio, no tengo nada que objetar a que se acabe con esa dualidad. A lo que objeto es a que se haga acabando con los contratos estables y haciéndolos todos precarios.

En cuanto al tema que da título a esta entrada, la primera pregunta que deberíamos hacernos, como ya apuntaba el año pasado, es si de verdad las relaciones laborales en España son rígidas. No creo que debamos aceptar esa afirmación sin ninguna comprobación, especialmente teniendo en cuenta lo que nos va en ello. Veámoslo con datos. Todas las tablas que incluyo a continuación son datos oficiales del Ministerio de Empleo y Seguridad Social, que podéis comprobar en su web.

Contratos registrados
Esta primera tabla recoge los contratos registrados en España desde 2007. Considerando solo los años completos, entre ese año y 2012 se registró la friolera de 92.336.555 contratos. El dato, así en bruto, quizá no diga mucho. Veamos la siguiente tabla, que recoge los trabajadores activos en el mismo período. Por trabajadores activos se entiende la suma de ocupados y desmpleados.

Trabajadores activos
El promedio de activos en el mismo período es de 22.886.510 personas. Por lo tanto y redondeando sale a una media de cuatro contratos por trabajador en un período de seis años. A mí no me parece tanta rigidez, especialmente considerando que he hecho el cálculo sobre los activos. Eso quiere decir que le estoy computando una media de contratos a personas que en realidad no han tenido contrato alguno. Y pasamos al dato siguiente, el paro registrado.


Paro registrado

Debo puntualizar que esta estadística recoge el paro registrado. Si tomásemos los datos de la EPA, más fiable, las cifras serían bastante mayores. Si no lo hago así es por seguir la misma fuente y el mismo criterio en todas las tablas, de modo que sean perfectamente comparables. Con estos datos, y calculando un poco burdamente una media de trabajadores desempleados en ese período de algo más de tres millones y medio, los cuatro contratos por trabajador activo se convierten en 4,8 por trabador ocupado. Eso en un período de seis años.

Una última tabla para completar el cuadro, la comparación entre contratos indefinidos y trabajos temporales registrados en los mismos años.

Contratos infefinidos y temporales
Esta tabla no deja lugar a dudas. Siempre refiriéndonos al período 2007-2012, resulta que el noventa por ciento de los contratos registrados fueron temporales. ¡Qué rigidez! No llega ni al cien por cien.

Hasta ahora hemos hablado solo de contratos celebrados, pero no de los destruidos. Si el número de contratos registrados fue en esos años, como hemos visto, de 92.336.555, y el número de desmpleados registrados en el mismo período aumentó en 2.266.215, resulta que se han extinguido en seis años 95.107.770 contratos. O sea que a cada trabajador activo lo han puesto de patitas en la calle 4,16 veces en seis años. O 4,9 si en lugar de trabajadores activos consideramos a los ocupados. Y eso que, insisto, trabajamos con datos de paro registrado y no de la EPA.

Y con esto creo que estamos en condiciones de contestar a la pregunta. Yo diría que las relaciones de trabajo en España, lejos de ser rígidas, son considerablemente flexibles. De hecho, más que flexibles yo las tildaría de precarias. A pesar de ello, podría quedar la duda de si el marco jurídico es la causa de la elevada tasa de desempleo. Si volvemos a la tabla de paro registrado, vemos que entre enero de 2007 y diciembre de 2009, el número de desempleados se duplicó sin que se hubiera producido ningún cambio en la normativa. Por el contrario, las "flexibilizaciones" introducidas por el Gobierno socialista primero y por el popular después, no solo no han hecho que disminuya, sino que ha seguido aumentando. Lo que deja en evidencia la falsedad de esa supuesta relación de causa-efecto.

¿Entonces por qué se sigue insistiendo en la flexibilización? En mi humilde opinión, por ideología. No creo en absoluto que las reformas tengan la intención de combatir el paro. Su objetivo, o eso creo yo, no es ni ha sido nunca otro que la famosa "devaluación interna", un eufemismo que no significa otra cosa que un descenso generalizado de los salarios. La ecuación es simple: cuando el empleo es precario los trabajadores aceptan peores condiciones de trabajo. Y  mientras nadie me demuestre lo contrario, ésa si que afirmo que es una relación de causa-efecto.

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miércoles, 27 de febrero de 2013

Que parezca un accidente

Una vez más los lideres europeos dan una lección de democracia. Me refiero, claro está, a los resultados de las elecciones italianas. Por todas partes la reacción es hablar de inestabilidad y hasta de ingobernabilidad, ¿os suena? Es la misma cantinela cada vez que ningún partido logra la mayoría absoluta. Lo cierto es que, si los líderes políticos tienen sentido común suficiente como para llegar a acuerdos entre ellos, la falta de mayoría absoluta no hace un país ni más ni menos gobernable. El problema son ellos, no lo que han votado los ciudadanos.

Pero los políticos siempre han tenido su propia manera de entender la democracia. En particular la señora Merkel, que ha "advertido" a Italia de que no tiene más opción que continuar con las políticas del señor Monti. Los italianos, en uso de su soberanía, han relegado al señor Monti y su partido a la insignificancia. Está claro que no quieren de ninguna manera continuar con esas políticas, pero también está claro que a nadie le importa lo que quieran los italianos. Democracia en estado puro.

Pero el premio al espíritu democrático debe ser, en mi opinión, para el señor Enrico Letta, vicesecretario del PD (el partido liderado por Bersani). Nada más conocerse los resultados, este buen señor ha dicho: "Si las cosas están así, se tiene que hacer rápidamente una nueva ley electoral y volver a votar". Entiendo que la reforma sería para garantizar que haya una mayoría absluta voten lo que voten los italianos. Visto de otro modo, lo que el señor Letta viene a decir es "como no nos gusta lo que habéis votado, haremos una reforma para obtener el resultado que queremos, pero de forma que parezca que lo habéis decidido vosotros".

A lo mejor la comparación es absurda, pero me ha recordado aquellas viejas películas de gangsters. Ya sabéis, cuando el señor Democracia empieza a ser molesto y el jefe le encarga a alguien que se ocupe de él pero, añade, "que parezca un accidente".

viernes, 15 de febrero de 2013

Hombres de hierro en barcos de madera

Ayer me contaron una curiosa anécdota de marinos, que os voy a contar sin entrar en demasiados detalles. Como tal vez sepáis, entre los distintos tipos de buques con que cuenta cualquier marina de guerra están los dragaminas. Por la función que cumplen, estos barcos se construyen en materiales no magnéticos; hoy, según creo, de fibra, y en otro tiempo de madera. La Armada Española tuvo entre sus barcos una serie de estos dragaminas con casco de madera entregados en los años cincuenta. Entre ellos el Nalón, el Turia, el Ulla y otros cuyos nombres no recuerdo.

En los años sesenta, unos periodistas pidieron y obtuvieron permiso para embarcarse en estos buques durante unas maniobras, con intención de escribir sobre los barcos y sus tripulaciones. Por desgracia para ellos, durante las maniobras hubo mal tiempo y se pasaron la navegación mareados y vomitando. Según parece, al desembarcar uno de los tripulantes les dijo, por tomarles el pelo "Vinisteis para escribir y no habéis escrito nada", a lo que le contestaron "no te preocupes, que ya escribiremos". Al día siguiente apareció el reportaje en la prensa con el titular Hombres de hierro en barcos de madera.

Hasta aquí la anécdota tal como me la contaron. Ignoro hasta qué punto es exacta, aunque no tengo ninguna razón para dudar de quien me la contó. Sentí curiosidad y me puse a buscar el reportaje en Internet, hasta encontrar uno, supongo que el mismo, publicado en 1965 en Blanco y negro, el suplemento semanal del diario ABC, que corrobora la anécdota aunque no, y por eso los omito, en todos sus detalles.

El titular no era original de los periodistas, sino que parece tener su origen en la Segunda Guerra Mundial debido a la dureza y peligrosidad del trabajo que realizaban los tripulantes de estos buques y a las numerosas bajas que sufrían por las minas que explotaban. Posteriormente se aplicó también a los tripulantes de otros tipos de barcos, como los de pesca.

En todo caso, sea o no exacta, me gustó la anécdota. Y se aplique a quien se aplique, es una bonita manera de definir a estos marinos.


jueves, 7 de febrero de 2013

La presunción de inocencia y otras historias

Repetido hasta la saciedad, hasta el aburrimiento. Un político es señalado como sospechoso de corrupción e inmediatamente todos los partidos de la oposición  exigen su dimisión, al tiempo que los del suyo reclaman la presunción de inocencia. Al día siguiente el señalado es del partido contrario y se intercambian los papeles: los que ayer exigían dimisiones reclaman la presunción de inocencia, y los que ayer exigían para sí la presunción de inocencia reclaman dimisiones.

Vayamos por partes. La presunción de inocencia es un principio totalmente lógico y razonable del Derecho penal. A nadie se le puede imponer una condena sin que se haya demostrado su culpabilidad. Hasta aquí seguro que todos estamos de acuerdo. Sin embargo este excelente principio del Derecho penal no es en absoluto trasladable a la vida política. Si sobre el señor Fulano Pérez recaen sospechas de actos ilícitos claro que debemos respetar la presunción de inocencia. Pero eso solo significa que no se le puede meter en la cárcel sin que haya sido juzgado, no que no se pueda reclamar su dimisión. El señor Pérez ocupa su cargo porque los ciudadanos lo consideraron digno de confianza, y si tal confianza se pierde es perfectamente razonable esperar que el señor Pérez deje el puesto. Pensar otra cosa en confundir churras con merinas. Claro está que no puede bastar con que cualquiera señale con el dedo para acabar con la carrera política de una persona. Eso, además de ser muy injusto, ciertamente haría imposible toda política sensata. Hablamos de que de verdad existan fundamentos para la desconfianza, o bien que esta sea realmente generalizada.

Y esta es la segunda parte, porque han sido los propios políticos los que han estado sembrando la desconfianza. Me viene a la mente el ejemplo del señor José Blanco. Bastó una filtración de una declaración de un imputado en un juicio, sin más, para que los rivales clamaran por su cabeza. Y pongo este ejemplo tan solo porque es el primero que se me ha ocurrido, no porque tenga especial simpatía ni por el señor Blanco ni por el partido en que milita. La cuestión es que llevan años y años señalandose unos a otros, salpicándose de mierda, pero siempre sin asumir para sí mismos la menor responsabilidad. Escándalo tras escándalo, fueran cuales fueran los indicios y hasta las pruebas palmarias, la reacción siempre ha sido la negación, el "pongo la mano en el fuego", y el "hay que respetar la presunción de incencia". Hasta en el Derecho penal existe la prisión preventiva, hasta en el Derecho administrativo existen las medidas cautelares. Pero en política, no. En política la norma es aferrarse al cargo y proteger al correligionario hasta que un juez diga que eres un delincuente. Y aún entonces habrá siempre algún imbécil que diga aquello de "acato la sentencia pero no la comparto".

Siembra vientos y recogerás tempestades. Una iniciativa en Internet acaba de obtener un millón de firmas por la dimisión del Presidente del Gobierno, todo un record tanto por el número de firmas como por el tiempo en que se han obtenido. Es simbólico, porque las firmas recogidas de este modo no son jurídicamente válidas y, aunque lo fueran, tengo la convicción de que serían igualmente ignoradas. Es simbólico pero sintomático del grado de descomposición al que ha llegado la vida política española. Si el Partido Popular hubiera adoptado otra actitud en ocasiones anteriores, particularmente en la trama Gürtel, tal vez ahora sí estaría en posición de hablar de la presunción de inocencia o, al menos, de hacer ver que pedir la dimisión del Presidente del Gobierno es algo muy serio que no se puede hacer a la ligera. Y lo mismo se aplica, evidentemente, al Partido Socialista. Ni uno ni otro están, a mi juicio, en posición de afirmar que aún cuentan con la confianza de los ciudadanos.

Y nos queda hablar de éstos; porque, como decía en mi anterior entrada, no somos ajenos a esta situación. Nosotros los hemos elegido, en no pocas ocasiones a sabiendas de que eran sospechosos de deshonestidad e incluso estando formalmente acusados ante la justicia. Si ellos no están en posición de decir que cuentan con nuestra confianza, tampoco nosotros, o la mayoría de nosotros, estamos en posición de decir que esa confianza haya sido traicionada. Hoy estoy para refranes: no hay peor sordo que el que no quiere oir. Si preferiste cerrar los ojos y no ver lo que estaba pasando, no digas ahora que no lo sabías. Y no digas que no eres responsable de nada. Lo somos todos, o casi.

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Otra vez la corrupción

domingo, 27 de enero de 2013

Cosas que no cambian

El británico George Borrow (don Jorgito el inglés), realizó un viaje por España entre 1836 y 1840 por encargo de la Sociedad Bíblica, para "imprimir y propagar las Escrituras". Naturalmente las Escrituras ya eran conocidas en nuestro país, y Mr. Borrow se refiere a una traducción sin los comentarios de la Iglesia católica, lo que sí era novedoso. Pero esto no hace al caso; la cuestión es que al regresar a su país escribió y publicó un libro narrando su experiencia, con el título "La Biblia en España". De este libro, y más concretamente de los capítulos dedicados a Galicia, copio estos fragmentos, que no sé si son para reir o llorar.

La verdad es que en ninguna parte he encontrado el sentimiento localista, tan extendido por toda España, tan fuerte como en Santiago. Con tal que su ciudad prospere, a los santiagueses les importa poco que las demás ciudades gallegas perezcan. Su antipatía a la ciudad de La Coruña no tenía límites.

"Es un lástima que los vecinos de La Coruña no puedan inventar un medio de llevarse nuestra catedral, como se han llevado nuestro gobierno -decía un santiagués-. Así harían mejor papel, porque ahora no tienen una iglesia donde se pueda decir misa." "También es gran lástima -decía otro- que no puedan llevarse nuestro hospital, para no verse obligados a enviarnos sus enfermos pobres. Siempre me ha parecido que los enfermos de La Coruña tienen mucho peor cara que los de otras partes; pero ¿qué puede venir de La Coruña que sea bueno?"

- Los tales vigueses -me dijo- pretenden que su ciudad es mejor que la nuestra, y que tiene más títulos para ser capital de esta parte de Galicia. ¿Ha oído usted jamás un desatino semejante? Le digo a usted, amigo, que me importaría muy poco que ardiese Vigo con cuantos mentecatos y bribones encierra. ¿Se le ocurriría a usted jamás comparar Vigo con Pontevedra?

[...] lejos de tener Vigo un edificio público bueno, no hay una casa decente en todo el pueblo. [...] Espero, querido amigo, que no habrá hecho usted un viaje tan largo para ponerse de parte de una gavilla de piratas como los de Vigo.

No es posible tratar a nadie con más bondad que el notario público me trató a mí en cuanto le convencí de que no tenía intención de ponerme de parte de los de Vigo contra Pontevedra.

Nos apresuramos a llegar a Corcubión, y mandé al guía que preguntase por el camino de Finisterre [...]
- ¿Van ustedes a Finisterre, cavalheiros?- exclamó.
- Sí, amigo mío -respondí- ¡Allá vamos!
- Entonces van ustedes a un fato de borrachos -replicó- Tengan cuidado no les hagan alguna mala partida.

En fin...