A la hora de tomar decisiones y establecer prioridades conviene no confundir lo urgente con lo importante, porque si nos enfrascamos tan sólo en lo inmediato corremos el riesgo de no ocuparnos de lo más importante hasta que sea demasiado tarde. Y hay pocos problemas tan importantes como el medio ambiente: no tenemos otro lugar donde vivir, no hay recambio.
Una de las amenazas más graves para el ser humano es el cambio climático. Yo estoy muy lejos de ser un experto en la materia, pero quienes sí lo son aseguran que es un hecho y que tal vez sea ya irreversible. Por muy preocupados que estemos por otros problemas, y sin dejar de ocuparnos de ellos, éste tenemos que tenerlo siempre presente porque no puede esperar; no solo nos jugamos nuestro futuro sino el de todas las generaciones que nos seguirán.
Las grandes cumbres entre Estados no parece que den resultados significativos, y en mi humilde opinión no los darán hasta que las sociedades, los pueblos a los que deben representar no se los exijamos. Podemos y debemos exigirselo, pero para eso es preciso que seamos los primeros en predicar con el ejemplo, so pena de carecer de toda autoridad moral. Hay muchas cosas que cada uno de nosotros puede hacer: no utilizar el coche más de lo necesario, no consumir más energía de la precisa, comprar preferentemente productos que no impliquen contaminación ni deforestación, etc.
Ojo especialmente con el argumento del perjuicio que eso causaría a la economía. Primero porque la economía no significa nada cuando lo que está en juego puede ser la misma vida. La economía es un medio, no un fin, y lo económico debe supeditarse siempre a lo humano, nunca al revés. Y segundo porque ese argumento con frecuencia es falso. El cuidado del medio ambiente no tiene que perjudicar necesariamente la economía, e incluso puede ser económicamente rentable.
Recientemente he leído un artículo de Amory B. Lovins titulado Más riqueza con menos carbono y publicado en el número 350 de la revista Investigación y Ciencia, la edición española de Scientific American. En él se demuestra con rigor que la mejora de la eficiencia energética, además de contribuir eficazmente a la preservación del medio, reportaría beneficios a las empresas. Y Lovins no es en absoluto el único, otros científicos vienen advirtiendo del problema desde los años sesenta. De otro artículo publicado en el número 397 de la misma revista (yo los he leído recopilados en Temas 67, que os recomiendo) por Charles Hall y John Day, extraigo este párrafo:
Si nos proponemos resolver estas cuestiones, incluida la muy importante del cambio climático, con plena claridad, necesitamos que vuelvan a ser tema central de la educación en todos los niveles de nuestras universidades, que se discutan y se defiendan contra todos los que nieguen su importancia.
Os animo pues a informaros e informar a otros, a debatir y discutir, y a contribuir a que vuelva a ser tema central. En las universidades, como dicen Hall y Day, pero también en los medios de comunicación, en las tertulias y en la red.
No hay comentarios:
Publicar un comentario