martes, 26 de junio de 2012

Eurovegas

Sheldon Adelson
Anda por nuestro país, según leo y veo en las noticias, el señor Sheldon Adelson, que dice querer instalar en España un gran centro de juego y ocio. Para ello plantea a nuestras autoridades una serie de exigencias. Pretende que se modifiquen las leyes laborales para hacerlas "más flexibles", la ley de extranjería para eliminar la exigencia de permisos de trabajo, la llamada ley antitabaco para que se pueda fumar en sus instalaciones. Exige también, según parece, que se permita la entrada en ellas a ludópatas e incluso a menores. Además incluye en sus exigencias una práctica exención de impuestos y de cuotas de seguridad social durante dos años, y ventajas fiscales durante diez. Desea también que se le cedan terrenos públicos y se expropien en su beneficio terrenos privados, reubicando de paso viviendas protegidas. La lista, que tomo del diario "El País", es larga y ni siquiera la recojo toda.

Afirma, eso sí, que creará no sé cuantos miles de puestos de trabajo.

La verdad es que a mí lo que pida el señor Adelson me trae totalmente sin cuidado. Contra el vicio de pedir, dicen, está la virtud de no dar. A mí lo que me subleva es que nuestros políticos en manada acudan a tenderle la alfombra de las grandes ocasiones, y que se planteen seriamente modificar leyes, conceder privilegios y desamparar a ciudadanos. Lo que que me subleva es que no haya alguno que ponga a este hombre en su lugar.

Uno solo que le diga métete donde te quepan tus miles de puestos de esclavo.

Lo que vengo esperando desde que comenzó esta opereta de mal gusto es que haya un político, uno solo, no pido más, que recuerde siquiera por un instante el significado de la palabra dignidad.

domingo, 24 de junio de 2012

Abrir procesos constituyentes

Ultimamente me ocupo mucho de la economía y muy poco de la política, lo que probablemente sea un error. La economía, como toda ciencia social, debe estar supeditada a los intereses de las personas y por lo tanto a la política, que a su vez debe ser la expresión libre de la voluntad de los ciudadanos. Los problemas que atraviesan España y Europa no son solo económicos, son también y sobre todo problemas políticos. Creo que a estas alturas todo el mundo puede ver que la política está subordinada a intereses económicos minoritarios, y eso tiene que cambiar. Deberíamos abrir dos procesos constituyentes, uno europeo y otro español.

Aclaro que cuando hablo de abrir procesos constituyentes no me refiero a ponerlo todo patas arriba y partir de cero. Un proceso constituyente puede iniciarse para dotarse de una constitución "ex novo", lo que sería el caso de Europa, o cuando se trata de hacer reformas sustanciales en una constitución ya vigente, lo que sería el caso de España. Realmente tendría que hablar de tres procesos porque habría que añadir el nivel global, pero hay que ser realistas y hablar hoy por hoy de una constitución mundial suena más a broma que a propuesta seria.

En lo que se refiere a la Unión Europea, viene funcionando más o menos como una confederación. Mi modesta opinión es que debemos emprender el camino hacia una federación, y que debemos hacerlo dotándonos de una constitución; pero una de verdad, y no un intento de codificar y consagrar las instituciones ya existentes como el que tuvimos hace unos años. Además de ir hacia la federación debemos, en paralelo, democratizarla reformando profundamente las instituciones. Aunque habría mucho que decir y debatir al respecto, vayan unas ideas a título de mero apunte. Una federación democrática no puede seguir basándose en un poder excesivo de la Comisión, cuyos miembros son designados por los Estados y no elegidos por los ciudadanos. La función legislativa debería recaer primordialmente en el Parlamento, revisando las funciones de la Comisión para aproximarlas a lo que es habitual en un Senado. Eso haría necesario dotarnos de una institución separada que asuma el poder ejecutivo que, cualquiera que sea su forma, debería basarse en la elección directa por los ciudadanos. Tampoco podemos permitirnos continuar con un sistema en el que un Estado, por importante que sea, tenga la capacidad de bloquear por sí solo todas las inciativas en función de sus propios intereses. Lograr un equilibrio entre los intereses de la Unión y los de cada estado es una cuestión delicada pero es ahí, precisamente, donde debería jugar un papel la Comisión.

El el caso de España me parece imprescincible abrir también un proceso constituyente, pero en este caso de reforma. Supongo que serán muchos los que piensen, y no sin razón, que la primera cuestión seria decidir la forma del Estado: monarquía o república. Sin embargo yo, aunque republicano por principio, no entraré en ese debate por no parecerme el fundamental. Tampoco entro, por ahora, en el debate sobre la organización territorial. El actual sistema autonómico tiene sus deficiencias, pero creo que no es el sistema en sí lo que se debe resvisar, sino la definición de competencias, las garantías de la cohesión interterritorial y, como en el caso de Europa, la integración de los intereses nacionales y regionales.

Asumiendo pues que se mantengan la monarquía y el sistema autonómico con los necesarios retoques en los títulos correspondientes, los objetivos son dos: una separación de poderes efectiva que hoy deja mucho que desear, y que las instituciones sean verdadera representación del pueblo y respondan fielmente a su voluntad. Sin esas dos condiciones no existe una democracia digna de tal nombre. Veamos en primer lugar cuál es, a mi juicio, el problema.

Actualmente elegimos a los miembros del poder legislativo y éste nombra al Presidente del Gobierno (que a su vez nombra a los ministros) y a los miembros del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional. Por si fuera poco, un sistema electoral diseñado para favorecer las mayorías hace que, además de falsear claramente la representatividad de las cámaras, los dos partidos mayoritarios controlen de facto los tres poderes. Añadamos que la exigencia consitucional de funcionamiento democrático interno de los partidos se cumple más bien poco, y a grandes pinceladas tendremos un cuadro de la escasa calidad de nuestra democracia.

Por tanto lo primero que hay que cambiar es el sistema electoral. Yo soy partidario de la circunscripción electoral única y las listas abiertas, y de concretar constitucionalmente la exigencia de democracia interna de los partidos en elecciones por sufragio interno de los cargos y de los candidatos a las elecciones, además de medidas más o menos secundarias cuya regulación quizá no deba corresponder a la Constitución, como la financiación de los partidos y el acceso a los medios de comunicación públicos. Hace un año escribí sobre estas cuestiones en las entradas Reflexiones sobre la democracia y Más reflexiones sobre la democracia. No ha variado desde entonces mi opinión, y a ellas me remito si os interesa conocer un poco más extensamente lo que pienso al respecto.

En cuanto a la separación de poderes, me parece obvio que hay que cambiar el sistema de elección tanto de los miembros del CGPJ como del Tribunal Constitucional. El nuevo sistema de elección podría articularse de muchas maneras, pero no me parece la menos mala que sean elegidos mediante sufragio directo y secreto por los propios jueces y magistrados, a los que se podría tal vez añadir a los abogados en ejercicio y catedráticos de Derecho. Claro está que otra opción es el sufragio universal, pero yo creo más acertada la primera. También sobre esto escribí el año pasado en Independencia judicial, y tampoco en esto ha variado mi opinión.

Queda, para terminar, la más complicada separación entre los poderes legislativo y ejecutivo. No se me ocurre al respecto nada mejor que separar la elección de ambos. Pasar de una elección indirecta del Presidente del Gobierno a una directa o, lo que es lo mismo, establecer las elecciones presidenciales por sufragio universal. En ese caso deberían celebrarse de forma separada en el tiempo con las legislativas, por ejemplo cada cuatro años ambas, pero mediando dos entre unas y otras.

Naturalmente todo esto no son más que mis opiniones personales, mis preferencias. Lo verdaderamente importante tal como yo lo veo no es que las reformas vayan en esta o en otra dirección, sino que respondan a la voluntad de los ciudadanos. Por eso los procesos constituyentes, si no queremos que acaben en una componenda entre políticos, deben comenzar con un debate público serio, amplio y abierto, como única forma de conocer el sentir de los ciudadanos. Si ese debate no lo inician quienes deberían hacerlo (y no lo harán) tenemos que iniciarlo nosotros. Esta entrada no es más que mi humilde contribución, por supuesto abierta a toda crítica.

lunes, 18 de junio de 2012

¿Paradojas de la economía?

Pasaron las elecciones griegas y ganaron los que tenían que ganar. Es curioso el miedo que había a un triunfo de Syriza, y aún más que, habiendo manifestado este partido su voluntad de permanecer en la Unión Europea y en el Euro,  muchos periódicos abran con titulares como "ganan los proeuro" o "ganan los europeístas". En realidad es mucho más exacto el titular, que también he visto, "ganan los partidos favorables al rescate", al que para completar el cuadro deberíamos añadir que pierden los favorables a las reformas.

Digo que es llamativo tanto miedo a Syriza, y que los griegos hayan decidido volver a elegir a los mismos que les han llevado a donde están. Lo que si no fuera trágico resultaría cómico son las advertencias, por no llamarlas amenazas, de los peligros de salirse del camino marcado como si no fuera evidente que ese camino lleva al desastre. Es como ver a alguien caminando por la vía del tren y decirle: "no te salgas de la vía, no sea que te atropelle un coche".

A lo que iba. Pasaron las elecciones griegas, ganaron los que tenían que ganar, y la prima de riesgo española no se relajó (curiosa palabra) sino que subió. No puedo decir que me sorprenda puesto que poca o ninguna relación había entre ambos hechos. Lo sorprendente para mí es que alguien se creyera de verdad que iba a bajar fuera cual fuera el resultado en Grecia. No voy a insistir otra vez en las razones para que nuestra prima suba o baje. Solo quiero dejar un pequeño apunte al hilo del tema.

Si hemos de creer a nuestros gobernantes, los problemas de España se deben a que nos endeudamos en exceso o, como dice don Mariano, que gastamos lo que no teníamos fianciándolo a crédito y contranyendo unas deudas que ahora no podemos pagar. Por otra parte, y siempre según nuestros benditos gobernantes, una prima de riesgo tan alta es un problema porque no podemos financiarnos en los mercados, lo que nos pone en la tesitura de ser rescatados (otra curiosa palabra). ¿Me seguís? Lo resumo en dos premisas.
  1. Tenemos un problema porque nos hemos endeudado en exceso
  2. Tenemos un problema porque no podemos endeudarnos más
Aquí lo dejo, por si queréis meditarlo un rato.

viernes, 15 de junio de 2012

Que alguien me lo explique

Que alguien me lo explique, por favor. No es ninguna figura retórica, realmente me gustaría que alguien me explicase esto del rescate porque, si antes creía estar entendiendo de la misa la mitad, ahora tengo que decir que no lo entiendo en absoluto. No hay que descartar que yo sea muy cenutrio, pero la información que nos facilita nuestro Gobierno, si es que se le puede llamar información, me parece contradictoria. Tampoco eso se puede descartar, pero me parece más bien que algo se me escapa.

Por una parte, nos están diciendo que el dinero del rescate es para recapitalzar las entidades financieras. Entiendo, por tanto, que están descapitalizadas debido a la pérdida de valor de sus activos y lo que se va a hacer es utilizar esos fondos para aportar capital, pasando el Estado a ser accionista. Hasta aquí vamos bien, y hasta me parece positivo si el Estado, como tal accionista, pasa a tomar el control de las entidades recapitalizadas. Claro que transformamos deuda privada en pública, pero creo que salimos ganando al poner las bases de algo parecido a una banca pública.

El problema me surge cuando, por otra parte, nos dicen que las entidades tendrán que devolver ese dinero con los correspondientes intereses. Aquí es donde me empiezo a perder, porque entonces es un crédito y no una aportación de capital. Y eso no lo acabo de entender, porque si el problema es que no pueden hacer frente a su deuda, endeudarlas aún más no lo va a solucionar, digo yo. Todo lo más prolongamos los plazos y su agonía y, en el peor de los casos, igualmente transformamos deuda privada en pública.

Pero lo que realmente no entiendo es que se nos diga que van a ser las dos cosas. Lo siento, seguro que realmente es que soy un cenutrio, pero no me parecen posibles ambas cosas a la vez. O chicha o limoná, como dicen los andaluces. Por eso me gustaría, de verdad, que alguien que entienda de esto me lo explique. Porque me temo que va a ser limoná, y que los limones exprimidos vamos a ser nosotros.

jueves, 14 de junio de 2012

El riesgo, su prima y el monstruo de los mercados

Otra vez pendientes, un día sí y otro también, de la prima de riesgo. Otra vez con la estupidez de que si sobrepasa los equiscientos puntos nos tendrán que intervenir. Otra vez con que está en los mismos niveles que tenían Grecia, Irlanda y Portugal cuando fueron "rescatados". Y otra vez olvidando que la prima de riesgo no es una medida absoluta, sino un diferencial. No es más que la diferencia entre el tipo de interés al que tenemos que emitir deuda pública y el tipo de interés al que lo hace Alemania. Es una tontería decir que España tiene dificultades para financiarse porque suba la prima de riesgo, las tiene porque sube el tipo de interés. Ya hace seis meses escribí sobre ello en la entrada Primas de riesgo y rescates, y a ella me remito. Veamos cuáles son los datos a día de hoy.

Según las noticias de la noche, que acabo de ver, hemos cerrado el día con la prima de riesgo en 543 puntos, y con un tipo de interés del 6,92%. Eso significa que Alemania está emitiendo su deuda al 1,49%. Cuando Grecia, Italia y Portugal fueron embargadas, su prima de riesgo también estaba en esos niveles, pero sus tipos de interés estaban, en los tres casos, por encima del 8,7%. La diferencia estriba en que entonces Alemania pagaba un tipo más alto. Eso no quiere decir que España no tenga realmente dificultades para colocar su deuda, pero no está en el nivel en que estaban esos tres países. Estamos casi dos puntos por debajo, y si el interés del bono Alemán hubiera estado entonces como hoy, la prima de riesgo de esos países no habría estado en quinientos, sino por encima de setecientos puntos. Lo que deja bastante claro, creo yo, que la prima de riesgo no sirve en absoluto como criterio para decir cuándo un país debe ser rescatado o no.

Y a pesar de eso tanto nuestro Gobierno como la troika vuelven con la letanía de las medidas para ganar la confianza de los mercados. Yo me niego a creer que sean tan estúpidos como para no haberse dado cuenta ya de que la supuesta desconfianza de los especuladores es interesada, y si aún así continúan con esa cantinela solo puede ser por motivos ideológicos. De las medidas con las que se supone que van a tranquilizar a los especuladores no merece la pena ni hablar. Hay que ser ciego para no ver que han fracasado en todas partes. El que no sea ciego solo tiene que mirar a Grecia, empobrecida, humillada y en vísperas de unas elecciones que tienen a Europa entera temblando de miedo. ¡Menudo éxito! Y ante tal evidencia nuestros ínclitos gobernantes concluyen que hay que hacer lo mismo en todas partes.

A "los mercados", lo digo una vez más, no hay que tranquilizarlos, sino regularlos de una vez. Me resulta increíble que aún no se hayan prohibido las operaciones al descubierto, o que no se haya dado ni un solo paso para establecer una tasa sobre las transacciones financieras. Me resulta increíble que no se haya tomado ninguna medida seria para combatir el fraude fiscal, ni se haya hecho ninguna reforma del Impuesto de Sociedades ni de los tramos altos del IRPF, salvo para la galería. Medidas éstas que sí contribuirían, y mucho, a solucionar nuestros problemas de fnanciación, deuda y déficit. Increíble también que aún no se hayan revisado ni siquiera mínimamente las funciones del Banco Central Europeo. Y no me digan, por favor, que no puede hacerse porque hay que reformar los tratados. ¡Si hasta Moisés rompió las tablas de la Ley! Será que la ley sagrada es la de la señora Merkel, porque no encuentro otra explicación.

En opinión de este humilde opinante, mientras no tomemos esas medidas u otras en el mismo sentido, mientras nos sigamos creyendo que la austeridad y los recortes van a calmar a los buitres, no haremos más que alimentar al monstruo que nos va a devorar a todos.

domingo, 10 de junio de 2012

Rescatados

Se despejan por fin parte de las dudas: habrá rescate. O apoyo financiero, préstamo o como lo quiera llamar Don Luis de Guindos.La verdad es que me importa un bledo como lo llame, al igual que me importaba un bledo, hace cinco años, si el entonces Presidente del Gobierno decía o no decía la palabra crisis. Lo que quería entonces era que se empezaran a tomar medidas, y lo que quiero ahora es que se conteste a algunas preguntas y, sobre todo, que se diga la verdad. Preferiría que lo hiciese Don Mariano Rajoy, ya que prometió que siempre daría la cara y diría la verdad, pero como entiendo que un partido de fútbol es más importante, me conformo con el señor Ministro.

Hay en esto del rescate algunas cuestiones que me gustaría saber cuanto antes. Los cien mil millones son un máximo, pero todavía no sabemos cuánto de ese límite se va a materializar. Me parece razonable, desde luego, que se espere a los informes de las auditorías que se han contratado, pero no más.

Una segunda cuestión es quién decidirá qué entidades necesitan ser recapitalizadas y en qué cuantía. A mí no me ha quedado demasiado claro, por lo que he leído, si serán las autoridades españolas o las europeas. Supongo que no tiene más importancia que el orgullo nacional, pero me gustaría que se aclarase.

Otra cuestión, esta muy importante, es el tipo de interés que se pagará por esa ayuda. No es en absoluto lo mismo un tipo del 1% como se ha aplicado en otras inyecciones de fondos a la banca, que tipos de hasta el 5% o el 6% que se les han aplicado a otros países rescatados. La diferencia es enorme. Si finalmente el crédito es de 40.000 millones, como estiman algunos, y al 1%, los intereses son 400 millones y le daré la razón al señor de Guindos en que es manejable. Si se hace uso de la totalidad del máximo y al 5% son 5000 millones, y eso ya no es tan manejable.

Pero además de que se informe de esos puntos, quiero que se diga la verdad y muy clarita. Porque no me parece de recibo que el señor Ministro diga alegremente que esto no afectará a los ciudadanos. No sirve decir que es un préstamo a la banca y solo se ponen condiciones a los bancos, porque no es verdad. El préstamo es al FROB, y por lo tanto al Estado. Será deuda pública de la que responde el Estado y por tanto los ciudadanos, y los intereses incrementarán el déficit público que tanto preocupa a la troika y a nuestro Gobierno. Tampoco es verdad que no se impongan condicionantes a la política económica y financiera española. El comunicado del Eurogrupo lo deja bien claro, una y otra serán vigiladas estrechamente para garantizar el cumplimiento de los objetivos.

Ahora bien, es una opinión personal pero yo nunca he creído que se pudieran cumplir los objetivos del 5,8% de déficit para este año y del 3% para el próximo, y los nuevos intereses lo pondrán aún más difícil. Luego habrá nuevas medidas, y los mismos socios que generosamente nos apoyan han apuntado ya en qué dirección. Mucho me temo que de la subida del IVA no nos libra ni la Virgen del Rocío, y posiblemente tampoco de nuevos recortes tanto en el número como en las retribuciones de los empleados públicos. Las prestaciones por desempleo también parecen estar en el punto de mira de la troika. Confío en que al menos se libren las pensiones, pero no tengo muchas esperanzas.

Estas son, más o menos y a grandes rasgos, las medidas que se impusieron a otras naciones rescatadas, particularmente a Grecia. Y no se me diga que el caso español no es como el griego, porque el resultado sería el mismo. Incremento de precios y reducción de retribuciones significa contracción de la demanda, recesión, descenso de la recaudación fiscal y más déficit.

Todo esto, claro está, a menos que tenga razón el señor Ministro y los bancos devuelvan puntual y religiosamente hasta el último céntimo. Pero yo me pregunto, y no es retórica ¿si están hasta el cuello como lo van a devolver? Y no me tranquilizan las palabras, que seguro que todos tenemos en mente, de don José Ignacio Goirigolzarri, textualmente: "Es capital y no hay que hablar de devolver nada". Mal empezamos, porque en realidad tiene razón, si esos fondos son en forma de capital, no se devolverán. En ese caso, y este es el único aspecto positivo que veo a este asunto, estaríamos ante una ocasión de oro de constituir de una vez por todas una banca pública. Pero mucho me temo que no se hará, y que al final pagaremos los platos rotos los de siempre: tú y yo.

Para terminar, a esta situación no se ha llegado por accidente, se ha llegado porque los mecanismos que deberían haberlo evitado no existían o no funcionaron. Se ha llegado por la falta de regulación finaciera, la codicia de una minoría, y la incompetencia (quiero creer que fue incompetencia) de los que hace cuatro días decían que nuestro sistema financiero era la rehostia y nuestros supervisores los mejores del mundo. En otras palabras, hay muchos errores que corregir y culpables que deben rendir cuentas. Ya que no podemos evitar el rescate, que los rescatados sean los ciudadanos honrados y no los que se han enriquecido riéndose en nuestras barbas.

martes, 5 de junio de 2012

Jugadores de ajedrez

Pausa en mi temática habitual y en mi no menos habitual pesimismo, y tiempo para el juego y la anécdota intrascendente. Me apetece. Siempre es bueno olvidarse por un rato de la realidad, y siempre hay cosas que te la hagan olvidar. En mi caso, por ejemplo, los críos, la música y, naturalmente, una buena partida de ajedrez.

Aunque este juego me ha gustado desde que aprendí las reglas siendo niño, no puedo decir que sea un buen jugador, porque no tengo tanta afición como para profundizar en su estudio. Claro que tampoco puedo decir que sea un mal jugador. Todo depende del nivel que consideremos, y mi nivel es el de partidas entre amigos. De éstas he jugado cientos, contra un buen puñado de rivales diferentes. Y ese es mi tema de hoy, los rivales, o algunos de ellos, que jalonan mi historia de ajedrecista de tres al cuarto.

Si dejamos aparte a la familia, mis primeros rivales fueron los compañeros del colegio y el instituto. En el colegio yo era un jugador francamente malo pero, las cosas como son, la mayoría de mis compañeros jugaban aún peor, por lo que solía ganar y me creía bueno. Hasta que jugué unas partidas con el bedel y las perdí estrepitosamente. Quedaron patentes todas mis lagunas, que más bien eran océanos. Un juego desequilibrado, muy agresivo y nada defensivo, escasa valoración del material, mal manejo de los caballos, y no digamos de los peones...

Llegado a los últimos cursos del instituto topé con el que con seguridad ha sido mi rival más duro, un compañero de nombre Emilio y de mal nombre "El Listillo". Por el mote se comprenderá que no gozaba de excesivas simpatías entre los compañeros. Tal vez por eso solía buscarme a mí para jugar al ajedrez, o tal vez porque le oponía alguna resistencia. No mucha, porque lo cierto es que, aunque debimos de jugar no menos de veinte partidas, solamente le gané una vez. De él aprendí a plantear un poco mejor mis aperturas, la importancia del enroque y a no dejarme atrapar el alfil en b3. Esto último después de haberlo perdido tontamente un buen puñado de veces.

Un par de años más tarde conocí a Máximo, el rival con el que más disfruté jugando seguramente por la notable igualdad que había entre ambos. De hecho, hasta puedo cuantificar esa igualdad porque fue el único rival con el que he llevado la cuenta de partidas ganadas y perdidas. El caso fue que alguien le dijo, antes de conocernos, que yo era un buen jugador y el mismo día que algún amigo común nos presentó me invitó a jugar una partida. Le gané, me pidió la revancha y volví a ganar, y todavía jugamos una tercera partida que perdí. Al día siguiente me buscó y volvimos a jugar. Perdí la primera partida, gané la segunda y perdí la tercera.  En ese momento me dijo: "tres tres". Admito que por un instante no supe de qué narices me hablaba, y ante mi evidente desconcierto aclaró que se refería al tanteo, tres partidas ganadas cada uno. Fue ese comentario trivial el que hizo que empezase a llevar la cuenta. A lo largo de seis o siete meses jugamos cincuenta y dos partidas, con un resultado final de veintisiete a veinticinco a favor de Máximo. No sabría decir nada concreto que aprendiese de él, aparte del mate de Legal, pero estoy convencido de que mi juego mejoró notablemente en esas partidas.

Pasó después un tiempo en que jugaba poco y sin ningún rival más o menos habitual, hasta que hice un curso de informática hacia el año 2002. Tres o cuatro de los estudiantes pasábamos los ratos libres jugando partidas de ajedrez a través de la red. Entre ellos Julián, que jugaba mejor que yo, aunque diría que no mucho mejor. Recuerdo un par de partidas en concreto jugadas con él. En una que jugué con negras, tras los más que típicos movimientos 1. e4, e5, Julián continuó con 2. Dh5. Una apertura muy poco usual que en realidad no es muy buena, pero que me pilló descolocado. Respondí g6, y si sabéis algo de ajedrez os daréis cuenta de inmediato de que eso es un error monumental. Confieso que tan estrepitosa derrota hizo que, una vez en casa, cogiese los trebejos y analizase las posibles variantes. Para mi sorpresa, al día siguiente Julián intentó de nuevo la misma apertura. Ni que decir tiene que esta vez la estrepitosa derrota fue suya. Y es que una jugada atípica puede sorprender la primera vez, pero no es buena idea volverlo a intentar con el mismo oponente.

Terminado aquel curso volvió a decaer mi actividad ajedrecística. Al menos con rivales humanos, porque de tanto en tanto juego una o dos partidas en el ordenador. En realidad apenas juego, salvo alguna partida ocasional con mi sobrino. Empecé a enseñarle de niño, y ahora tengo la satisfacción de que me ponga una resistencia seria y empiece a ganarme partidas.

En fin, espero que esta modesta entrada sirva para distraeros un rato de la realidad cotidiana, pues ese es su único propósito. Como decían Tip y Coll, la próxima semana hablaremos del Gobierno.