Cuando me enteré de que el primer ministro Papandreu había anunciado su intención de convocar un referendum para que el pueblo griego decidiera si aceptaba las condiciones del nuevo rescate, estuve a punto de escribir aquí unos comentarios de inmediato. Decidí posponerlo un día para informarme mejor y reflexionar un poco. Y ya no me dio tiempo. Si al principio era dudoso que el referendum llegase a celebrarse, ahora parece seguro que no lo habrá.
Las reacciones de las élites internacionales fueron prácticamente unánimes: llamar a Papandreu irresponsable y amenazar con no ayudar más a Grecia. Lo segundo si no fuera trágico no dejaría de tener su gracia, considerando que hasta ahora las condiciones de esa ayuda no han hecho más que agravar la situación del país.
Pero la supuesta irresponsabilidad de Papandreu merece un comentario. Porque el referendum, conviene dejarlo claro, no habría sido para decidir si asumen las deudas, sino si aceptan las condiciones del rescate. Claro que sin ayuda no podrán hacer frente a las deudas, pero son los líderes de los países que proporcionan esa ayuda los que amenazan con retirarla si no se aceptan las condiciones, sin dejar el menor requicio a una nueva negociación. Y eso cuando ellos mismos dicen que un impago de Grecia nos llevaría a la catástrofe. ¿Quién es el irresponsable?
Otra cuestión que merece comentario es qué estarían decidiendo en realidad los griegos si el referendum se hubiese realizado. Habrían tenido que elegir entre aceptar unas condiciones que los están llevando a la ruina o ir a la quiebra por no poder afrontar sus deudas. En otras palabras, solo habrían decidido en qué forma quieren arruinarse: la ruina bailando el son que les tocan o la ruina bailando su propia música.
Pero tal vez lo más llamativo sea la virulencia de las reacciones y el grado de catastrofismo de los vaticinios. Después de todo, la deuda griega solo es una parte muy pequeña del mercado financiero europeo y una fracción insignificante del mercado financiero mundial. Si de verdad es cierto que un impago de Grecia puede causar tales problemas a escala mundial como se anuncian, no puede haber mejor medida de lo absurdo y aberrante que ha llegado a ser el mercado financiero.
Mención aparte merece el temido "contagio" a España e Italia, habida cuenta de que la mayor parte de la deuda griega está en manos de entidades financieras francesas y alemanas, y solo una pequeñísima parte en manos españolas. Un hecho que sin duda tiene algo que ver con la postura especialmente intransigente de Nicolas Sarkozy.
No sé porqué Papandreu decidió anunciar un referendum a estas alturas, si no lo hizo mucho antes. Ni sé si tenía verdadera intención de convocarlo o solo fue un farol destinado a mejorar su posición negociadora. Tampoco sé cuáles habrían sido las consecuencias si los griegos se hubiesen negado a aceptar las condiciones del rescate, ni creo que nadie sensato pueda decir que lo sabe. Pero sé una cosa. Sé que desde que comenzó la crisis es la primera vez que un líder europeo da un puñetazo sobre la mesa y dice: "hasta aquí hemos llegado, oigamos al pueblo".
Con razón o sin ella, fuesen cuales fuesen sus intenciones, es el primer gobernante europeo que planta cara a los especuladores y a los jugadores de ventaja. Posiblemente no sirva de nada, pero por una vez habrán sido los mercaderes de lo ajeno los que se lleven el susto. ¡Ojalá no sea el último!
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