lunes, 10 de octubre de 2011

Capablanca y Alekhine

Sentados: Lasker (izquierda) y Tarrasch
De pie: Alekhine (de uniforme), Capablanca y Marshall
Tal vez ningún torneo de ajedrez sea tan famoso ni haya sido tan estudiado como el campeonato del mundo de 1927, que jugaron José Raúl Capablanca defendiendo el título contra Alexander Alekhine como aspirante.

Capablanca era el gran favorito. En 1921 le había arrebatado el título a otra leyenda, Emmanuel Lasker, que pese a ser el campeón insistió en ser tratado como el aspirante porque, según él, Capablanca ya había ganado el título por su maestría. En los años siguientes dominó el mundo del ajedrez de tal manera que todos lo daban como ganador seguro. Alekhine, en concreto, nunca había conseguido ganarle. Incluso, cuando se acercaba el momento del torneo, grandes maestros llegaron a decir que Alekhine no ganaría ni una sola partida.

Pero el torneo lo ganó Alekhine, por un resultado de seis victorias, tres derrotas y veinticinco tablas, en el que fue uno de los campeontatos mundiales más largos de la historia del ajedrez. Desde entonces muchos se han preguntado por qué perdió Capablanca. Cada partida ha sido analizada jugada por jugada en busca de la respuesta.

Y la respuesta, creo yo, es que en aquel tablero no se enfrentaron solo dos jugadores, sino dos formas de entender el ajedrez y, en cierto modo, la vida.

Todos reconocían entonces y siguen reconociendo ahora que Capablanca era un jugador de un inmenso talento, que jugaba con una facilidad y lucidez que asombraban a sus rivales. También era un hombre alegre, simpático, mujeriego, poco disciplinado y muy seguro de sí mismo y su superioridad en el tablero. No solía preparar los torneos, y no era raro que pasase la noche antes de una partida importante jugando a las cartas.

Alekhine era su opuesto. No tenía el talento de su rival pero era un hombre ambicioso y tenía, a cambio, una gran disciplina y capacidad de trabajo. Preparó concienzudamente el torneo, estudiando minuciosamente las partidas y el estilo de juego de Capablanca.

El resultado probablemente era inevitable. No solo perdió Capablanca, sino el estilo de juego que representaba, saliendo triunfante la manera de entender el ajedrez de Alekhine, que hoy es la norma de todo jugador profesional.

Alekhine nunca le dio a Capablanca la oportunidad de recuperar el titulo e incluso evitó coincidir en los mismos torneos que él. No volvieron a enfrentarse hasta 1936, año en que Capablanca se "vengó" con una brillante victoria sobre su rival.

Capablanca, con una salud muy deteriorada, falleció de un derrame cerebral en 1942. Alekhine, con una salud igualmente destruida por tres guerras, cuatro años después.

Supongo que esta historia encierra una moraleja, y que cualquiera que la examine a la luz de la razón dirá que Alekhine es el modelo a seguir y Capablanca el ejemplo a evitar. Y sin embargo, qué le vamos a hacer, yo no puedo evitar sentir simpatía por Capablanca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario