En el sistema educativo en el que yo me formé la enseñanza de la filosofía quedaba encuadrada en dos asignaturas en los dos últimos cursos de la enseñanza media. Se denominaban estas asignaturas "Filosofía" e "Historia de la filosofía". La primera de estas asignaturas era una introducción a los temas de los que tradicionalmente se ha ocupado la filosofía, sin centrarse en ninguna corriente en particular. La segunda era un estudio, por fuerza breve, de las principales corrientes y autores de la filosofía europea.
El viejo manual de esta segunda asignatura recoge en sus 550 páginas un gran número de corrientes y autores. Sin embargo los profesores, en parte por ser la materia demasiado extensa para el tiempo disponible y en parte por saber cuáles eran los que con más probabilidad serían objeto de examen en las pruebas de acceso a la universidad, se centraban en solo unos pocos: Platón, Aristóteles, Tomás de Aquino, Kant, Marx, Hume...
Se trataba, claro, de recordar las teorías de estos hombres para los exámenes, y no de analizarlas críticamente. Muy poco filosófico. Naturalmente, entonces yo también estaba más centrado en superar los exámenes que en leerme todo el manual con sentido crítico. El resultado es que a los dieciocho años mi apreciación por la filosofía era muy escasa.
Si cuando terminas tus estudios en el instituto piensas que la filosofía carece de interés es que algo ha fallado. Y en mi caso el fracaso fue notorio. Afortunadamente lecturas posteriores recuperaron mi interés por esta materia. Porque el problema, por supuesto, no estaba en la filosofía sino en la forma en que me la enseñaron.
En primer lugar está la selección de los autores y teorías a estudiar, selección a cargo de filósofos con unos criterios que quizá no sean los más convenientes. Imaginemos un curso de astronomía en el que se dedicase la mitad del tiempo a aprender el sistema de Ptolomeo. Sin duda nos parecería absurdo dedicar tanto esfuerzo al estudio de un sistema superado. Y sin embargo eso es, salvando las distancias, lo que se hace en la enseñanza de la filosofía en los institutos.
No es que no crea conveniente conocer el pensamiento de hombres como Platón o Tomás de Aquino por la influencia histórica que tuvieron, del mismo modo que es bueno y conveniente conocer otras facetas de nuestra historia. Pero eso es enseñar historia, no filosofía. ¿y por qué tanta atención a Platón y tan poca a los filósofos renacentistas como, por ejemplo, Galileo Galilei?
Platón fué sin duda muy influyente en la filosofía antigua y medieval, pero hombres como Descartes o Galileo son los que realmente marcan el pensamiento moderno. Y sin embargo, a Galilei prácticamente se le pasaba por alto, y el estudio de Descartes, al que no es posible ignorar, no siempre se centraba en lo más relevante. ¿Por qué? Sospecho, aunque no puedo asegurarlo, que la razón es que los filósofos han excluido de la filosofía el pensamiento científico, con el que no se encuentran cómodos.
Supongo que aquí tendría que extenderme, para ser correctamente entendido, sobre qué es filosofía o qué entiendo yo por tal. No lo haré porque el tema que pretendo abordar no es la filosofía en sí sino la forma en que me la enseñaron. Apuntaré tan solo que los mismos manuales de filosofía en los que la estudié la definían como un saber crítico.
Y eso fue lo que en aquel curso brilló por su ausencia, el sentido crítico. Nos explicaron, o por mejor decir, nos expusieron para que memorizáramos toda una serie de teorías, pero sin apuntar ni una sola objeción a ninguna de ellas. Ni siquiera se nos pidió que reflexionáramos sobre ellas, que las analizáramos, que las contrastáramos o que debatiéramos sobre ellas.
Todo esto se puede resumir en muy pocas palabras. No sé muy bien qué fue lo que me enseñaron: historia sin duda, literatura quizá, pero desde luego no filosofía.
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