viernes, 30 de septiembre de 2011

A propósito de Platón

Platón fue sin duda uno de los pensadores más influyentes de la filosofía occidental, y aún hoy su obra es reconocida como una cumbre del pensamiento.  Tanto es así que se dice que toda la filosofía europea es una serie de notas a Platón, y desde los escaparates de las librerías autores modernos nos recomiendan más Platón y menos Prozac.

Por eso sé que hoy sí que voy a sacar los pies del tiesto, cargando contra veinticuatro siglos de tradición filosófica cual Quijote contra los molinos. Y no porque vaya a negar la influencia de Platón, lo que sería absurdo, sino porque, lejos de creer que fuese una de las cumbres de la filosofía, creo que fue uno de sus puntos más bajos. Diré, para ser honesto, que no he leído toda su obra. Solo algunos diálogos y, naturalmente, el viejo manual de historia de la filosofía del instituto.

Los primeros filósofos griegos querían entender la realidad que les rodeaba, renunciando a las explicaciones míticas para sustituirlas por otras racionales. Y, hablando en términos generales, encontraron el camino adecuado: aplicar la razón a la observación de la naturaleza. Pensadores anteriores a Platón como Tales, o contemporáneos suyos como Demócrito destacaron en este camino.

Esta vía empezó a ser abandonada en realidad antes de Platón, y no lo fue del todo ni siquiera después de él, pero es Platón quien, en mi opinión, mejor representa el abandono de esta filosofía y en cierto modo de toda filosofía. Y en todo caso es, sin duda, el más influyente.

Dejó escritos un buen número de libros sobre muy diversos temas, pero la parte central de su pensamiento, y la más admirada, es la teoría de las ideas. Muy resumidamente, rechazó las teorías anteriores porque creyó que no le permitían progresar en el conocimiento, creía también que el orden no podía provenir del desorden.

Imaginó entonces unos entes inmateriales, eternos, perfectos e inmutables, con una existencia propia e independiente del mundo material y que eran la realidad última, incluso la única realidad. Todo lo que observamos no es más que la plasmación de las ideas sobre la materia imperfecta, caótica y corruptible. El Universo debería ser perfecto, conforme a las ideas, si no lo es se debe a que la materia introduce el desorden y la corrupción.

Y aquí es donde muere la filosofía. Las ideas, la auténtica realidad, solo pueden ser captadas por la razón y no por los sentidos. En consecuencia no se debe perder el tiempo observando la naturaleza, la única fuente de conocimiento es la contemplación de las ideas. Cualquier discrepancia con lo que observamos se debe a la corruptibilidad de la materia y debe ser ignorada.

Existe una vieja broma según la cual si la teoría no se ajusta a los hechos, hay que prescindir de los hechos. Esto es, en el fondo, lo que hizo Platón. Y lo que es peor, recomendó hacer lo mismo a sus discípulos. Incluso llegó a recomendar la destrucción de los libros de Demócrito. Renunció al camino emprendido por los filósofos, a la explicación racional, para sustituirla por un nuevo mito.

Su influencia posterior fue enorme, especialmente a raiz de la expansión del cristianismo al mundo griego. El pensamiento platónico, con sus ideas perfectas y su demiurgo, cuadraba bien al cristianismo. Y en todo el mundo cristiano, con honrosas pero escasas excepciones, la filosofía fue sustituida por la teología.

Así que me disculparán los filósofos si no comparto tanta admiración por la obra de Platón. Sin duda fue un hombre brillante, pero erró totalmente el camino. Conocer su obra es importante para comprender nuestra historia, pero en lugar de recomendar más Platón y menos Prozac, yo recomendaría menos Platón y más filosofía.


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jueves, 29 de septiembre de 2011

La enseñanza de la filosofía

En el sistema educativo en el que yo me formé la enseñanza de la filosofía quedaba encuadrada en dos asignaturas en los dos últimos cursos de la enseñanza media. Se denominaban estas asignaturas "Filosofía" e "Historia de la filosofía".  La primera de estas asignaturas era una introducción a los temas de los que tradicionalmente se ha ocupado la filosofía, sin centrarse en ninguna corriente en particular. La segunda era un estudio, por fuerza breve, de las principales corrientes y autores de la filosofía europea.

El viejo manual de esta segunda asignatura recoge en sus 550 páginas un gran número de corrientes y autores. Sin embargo los profesores, en parte por ser la materia demasiado extensa para el tiempo disponible y en parte por saber cuáles eran los que con más probabilidad serían objeto de examen en las pruebas de acceso a la universidad, se centraban en solo unos pocos: Platón, Aristóteles, Tomás de Aquino, Kant, Marx, Hume...

Se trataba, claro, de recordar las teorías de estos hombres para los exámenes, y no de analizarlas críticamente. Muy poco filosófico. Naturalmente, entonces yo también estaba más centrado en superar los exámenes que en leerme todo el manual con sentido crítico. El resultado es que a los dieciocho años mi apreciación por la filosofía era muy escasa.

Si cuando terminas tus estudios en el instituto piensas que la filosofía carece de interés es que algo ha fallado. Y en mi caso el fracaso fue notorio. Afortunadamente lecturas posteriores recuperaron mi interés por esta materia. Porque el problema, por supuesto, no estaba en la filosofía sino en la forma en que me la enseñaron.

En primer lugar está la selección de los autores y teorías a estudiar, selección a cargo de filósofos con unos criterios que quizá no sean los más convenientes. Imaginemos un curso de astronomía en el que se dedicase la mitad del tiempo a aprender el sistema de Ptolomeo. Sin duda nos parecería absurdo dedicar tanto esfuerzo al estudio de un sistema superado. Y sin embargo eso es, salvando las distancias, lo que se hace en la enseñanza de la filosofía en los institutos.

No es que no crea conveniente conocer el pensamiento de hombres como Platón o Tomás de Aquino por la influencia histórica que tuvieron, del mismo modo que es bueno y conveniente conocer otras facetas de nuestra historia. Pero eso es enseñar historia, no filosofía. ¿y por qué tanta atención a Platón y tan poca a los filósofos renacentistas como, por ejemplo, Galileo Galilei?

Platón fué sin duda muy influyente en la filosofía antigua y medieval, pero hombres como Descartes o Galileo son los que realmente marcan el pensamiento moderno. Y sin embargo, a Galilei prácticamente se le pasaba por alto, y el estudio de Descartes, al que no es posible ignorar, no siempre se centraba en lo más relevante. ¿Por qué? Sospecho, aunque no puedo asegurarlo, que la razón es que los filósofos han excluido de la filosofía el pensamiento científico, con el que no se encuentran cómodos.

Supongo que aquí tendría que extenderme, para ser correctamente entendido, sobre qué es filosofía o qué entiendo yo por tal. No lo haré porque el tema que pretendo abordar no es la filosofía en sí sino la forma en que me la enseñaron. Apuntaré tan solo que los mismos manuales de filosofía en los que la estudié la definían como un saber crítico.

Y eso fue lo que en aquel curso brilló por su ausencia, el sentido crítico. Nos explicaron, o por mejor decir, nos expusieron para que memorizáramos toda una serie de teorías, pero sin apuntar ni una sola objeción a ninguna de ellas. Ni siquiera se nos pidió que reflexionáramos sobre ellas, que las analizáramos, que las contrastáramos o que debatiéramos sobre ellas.

Todo esto se puede resumir en muy pocas palabras. No sé muy bien qué fue lo que me enseñaron: historia sin duda, literatura quizá, pero desde luego no filosofía.


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miércoles, 21 de septiembre de 2011

Sobre los impuestos y los ricos

Que los impuestos son necesarios para el mantenimiento del Estado nadie lo duda, al menos nadie sensato. Lo que siempre está en cuestión es el alcance que deben tener y, sobre todo, el reparto de la carga tributaria. En los últimos años y con motivo de la crisis económica, los neoliberales y un sector de la derecha política vienen cuestionando la progresividad de los impuestos.

No está de más recordar, aunque sé que no hará falta, que un impuesto es progresivo cuando pagan más los que más tienen. En términos generales, los impuestos indirectos, que gravan el consumo, tienen un carácter regresivo al aplicar el mismo tipo impositivo a todos los ciudadanos con independencia de su nivel de riqueza. La progresividad se aplica por tanto en los impuestos directos, que gravan la renta en origen, aplicando tipos más altos a los ciudadanos con ingresos mayores.

En contra de este principio he venido leyendo cuatro argumentos, si hay alguno más yo no lo conozco. El primero de ellos me parece tan disparatado que dudé en recogerlo aquí porque parece una broma. Dicen algunos que obligando a los ricos a pagar impuestos obligatoriamente se les priva de la oportunidad de ser generosos pagándolos voluntariamente. No creo que tal argumento merezca más comentario.

Un segundo argumento es que manteniendo bajos los impuestos a los más ricos se estimula la inversión y por tanto el crecimiento económico. Si alguien puede demostrarlo, de acuerdo, pero hasta donde yo sé (y admito que no sé mucho) la experiencia no lo demuestra, sino todo lo contrario. Los impuestos bajos para las rentas altas no incentivan la inversión privada, o no lo suficiente, y en cambio deprimen la inversión pública y con ella la economía de las naciones. Así lo demuestra la experiencia de la totalidad de los países que han aplicado esta medida a instancias del FMI. Ni uno solo mejoró su situación; todos, absolutamente todos, acabaron más pobres de lo que eran.

Un tercer argumento es que los ricos no tienen por qué pagar más impuestos, ya que no se benefician más de ellos. Además de tremendamene insolidario, este argumento es engañoso. Cierto es que los ricos no suelen acudir a la sanidad pública o, como me dijo alguien, que no gastan más aceras. Pero esto es ignorar que buena parte de los impuestos se destinan a infraestructuras rentables solo a largo plazo, como puertos, aeropuertos, ferrocarriles, polígonos industriales, etc., cuyos principales beneficiarios son las grandes empresas y que, en todo caso, solo son posibles con un sistema tributario sólido y progresivo. Por no mencionar, como le dije al de las aceras, que los ricos sin duda se benefician más de la seguridad que proporciona el Estado, ya que nadie roba a un indigente.

El cuarto y último argumento es otra muestra de insolidaridad. Los ricos, dicen, lo son gracias a su esfuerzo y obligarles a pagar más impuestos que a los pobres es en realidad robarles el fruto de su trabajo para dárselo a quienes no se lo han ganado. Ignoremos el hecho de que un porcentaje sustancial de las grandes fortunas son heredadas e ignoremos el hecho de que no partimos todos en igualdad de condiciones. Aún así esto es falso.

En este argumento, el que más me interesa, subyace una afirmación tan repetida que ya casi nadie se la cuestiona: que son los empresarios los que crean riqueza. ¿Es esto cierto? Yo creo que si no es falso es solo media verdad, o media mentira, según se mire. Los empresarios crean riqueza, sí, pero no ciertamente ellos solos.

Pongamos como ejemplo, solo porque a mí me conviene, un astillero destinado a la construcción de grandes buques. Desde luego hace falta que alguien aporte el capital y los medios de producción, pero eso no basta, harán falta unos ingenieros que diseñen los buques. Y una vez diseñados, no van a pasar del plano a la realidad por arte de magia, harán falta soldadores, armadores, tuberos, electricistas, etc. Y harán falta también jefes de obra y capataces que organicen a toda esa gente.

Todos ellos crean riqueza. El empresario la crea indirectamente al poner medios materiales y organizativos que potencian el trabajo del obrero, del campesino o del pescador que son, en última instancia, la fuente de toda riqueza. Después de todo, ya se construían barcos antes de existir los grandes astilleros. Unos carpinteros de ribera no construirán un transatlántico, pero pueden construir un barco sin necesidad de un gran empresario. Es más dudoso que un gran empresario sin obreros pudiera construir siquiera una canoa.

No niego, por tanto, que los empresarios creen riqueza, pero la crean potenciando el trabajo del obrero. La riqueza la crean entre todos. Y si todos ellos crean riqueza, todos tienen el legítimo derecho de participar en el beneficio. La cuestión, por supuesto, es en qué medida debe participar cada uno. 

¿Es equitativa la distribución de las rentas de trabajo y las del capital? Yo creo que no, y que la desproporción, que ha ido aumentando constantemente, es abrumadora. Entrar en detalles haría este texto demasiado largo pero, simplificando, las grandes empresas se valen de una posición de fuerza para mantener los salarios bajos, por debajo de lo que sería justo.

Aquí es donde entra la función redistributiva del Estado. No se trata, como dicen los neoliberales, de quitarle a los ricos para darle a los pobres, y mucho menos de quitarle a nadie el fruto de su trabajo, sino de corregir las deficiencias del sistema limando las desigualdades excesivas e injustas.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Almas de robot

Supongo que Isaac Asimov no necesita ninguna presentación. Bioquímico y autor de libros de divulgación científica, es conocido sobre todo por sus obras de ciencia-ficción. Entre ellas está la titulada originalmente Iron dooms y traducida al español, según las ediciones, como Cúpulas de acero, Bóvedas de acero o Las cavernas de acero.

El protagonista de esta novela, el detective Elijah Bailey, debe resolver un asesinato teniendo como compañero forzoso a un robot de aspecto indistinguible del humano, Daneel Olivaw. En un punto de la novela el diseñador del robot, el doctor Hans Falstofe, le dice al detective Bailey que pese a su aspecto el robot no es más que una máquina lógica incapaz de entender una abstracción. Como Bailey le dice que ha hablado con él de la justicia, un concepto abstracto, Falstofe le pregunta a Daneel qué es la justicia y éste responde que es el estado que se produce cuando todas las leyes son obedecidas. Bailey pregunta entonces: "¿Y si una ley es injusta?". Y el robot contesta que eso es una contradicción lógica.

El pasaje me ha venido a la mente varias veces últimamente. Y es que, como dijo no recuerdo quién, el problema no es que los robots empiecen a pensar como humanos, sino que los humanos empiecen a pensar como robots.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Malos augurios

Acaba de aprobarse la reforma de la Constitución con 316 votos a favor y 5 en contra. Votaron en contra dos diputados socialistas, uno de ellos, según parece, por error. Se ve que el asunto no es lo bastante importante como para fijarse en qué botón pulsaba.

Ya he hablado antes de los motivos por los que creo que esta reforma es un grave error, así que no me extenderé demasiado. Como ya he dicho anteriormente, tener déficit un año o incluso varios consecutivos no tiene mayor importancia si se compensa con superavits anteriores o posteriores. Esta reforma ignora totalmente el medio y el largo plazo, privando de ese modo a futuros gobiernos de un instrumento legítimo de política económica.

Por otra parte, establece que el pago de los intereses y el principal de la deuda pública gozará de prioridad absoluta. Como también he dicho ya, pagar las deudas es por supuesto una obligación, pero no tiene por qué tener prioridad absoluta sobre las demás obligaciones del Estado. Es imposible exagerar la extrema gravedad de lo que han hecho. Significa que si llegase el hipotético caso de tener que elegir, por ejemplo, entre pagar las pensiones y pagar los intereses de la deuda a los bancos, dejarían de pagarse las pensiones. La prioridad es absoluta.

Como muestra de que no exagero solo hay que ver lo que sucede en Castilla-La Mancha. Aún antes de aprobarse la reforma, el Gobierno autonómico decidió que el pago de la deuda a los bancos era prioritario sobre el pago de la deuda a los farmacéuticos. La consecuencia es que los farmacéuticos se están viendo obligados a recurrir al crédito privado (más beneficio para los bancos) y como su capacidad de endeudamiento es limitada, muchas farmacias corren el riesgo cierto de verse abocadas al cierre con el consiguiente perjuicio para los ciudadanos.

Ahora la señora Presidenta de la Comunidad anuncia un plan de ahorro de 1815 millones de euros en el presupuesto. Entre otras cosas, recorta el presupuesto de educación aumentando el número de horas lectivas por profesor, lo que además de conllevar una previsible merma de calidad en la educación condena al paro a varios miles de profesores interinos. La curiosa justificación de la señora De Cospedal es que no habrá despidos, sino finalizaciones de contratos. Al parecer no se le ha ocurrido que todos estos profesores que se quedarán sin trabajo dejarán también de pagar impuestos y que habrá que pagarles las correspondientes prestaciones por desempleo, con lo que una buena parte del dinero que se ahorra la administración autonómica no es tal ahorro, sino que traslada el gasto a la administración central.

Pese a ello, dice la Presidenta Castellano-Manchega que el plan de ahorro tiene "coste cero" para los ciudadanos, porque no subirá los impuestos. Extraño concepto de lo que es un coste y lo que no. Para empezar tiene un coste insoportable para las personas que se van a quedar sin trabajo: entre ocho mil y quince mil según he leido hoy en un artículo periodístico. El coste será igualmente insoportable para los farmacéuticos que no podrán seguir manteniendo su negocio, y para los usuarios del sistema sanitario. Va a tener un evidente coste para las arcas del Estado y de la Comunidad por la merma de ingresos y el gasto en prestaciones y subsidios. También tendrá un coste para los estudiantes que verán disminuir la calidad del sistema educativo.

Podríamos seguir, pero creo que como muestra es suficiente. Y si no lo es, tenemos lo sucedido en Cataluña, con cierres de centros de salud y servicios de urgencias. El supuesto "coste cero" solo lo será para los ricos y los evasores de impuestos, que no son los trabajadores que cobran por nómina y están estrictamente vigilados.

Lo más grave es que esto se va a generalizar. El señor Mariano Rajoy, envalentonado quizá por el éxito de la nefanda reforma y sintiéndose ganador seguro de las próximas elecciones, se ha quitado por fin la careta. Ha dicho con toda claridad que el temible plan de ajuste del Gobierno de Castilla-La Mancha es un ejemplo a seguir, y que tiene intención de aplicar la misma receta a gran escala. Ha dicho también con rotundidad que no subirá los impuestos, ni si quiera a las rentas más altas. Y aunque no lo ha dicho, porque ya sería el colmo, es de suponer que tampoco perseguirá el vergonzoso fraude fiscal, que se produce precisamente en esas rentas altas.

Así que ya no hay razón para engañarse, sabemos lo que nos espera: recortes draconianos del gasto público, especialmente en sanidad y educación, más precariedad laboral (flexibilidad lo llaman ellos), menos servicios públicos y de peor calidad...

Un pájaro de mal agüero como yo, al que además le pesa demasiado el ala izquierda, solo puede hacer malos augurios. También hay quienes creen que este camino es acertado, y esos no son pájaros de mal augurio. Si acaso, unos palomos.