jueves, 9 de febrero de 2012

El arzobispo de Granada

Zapatero a tus zapatos, dice el viejo refrán. El zapatero que esta vez parece dispuesto a cambiar de oficio es el arzobispo de Granada, Francisco Javier Martínez. He leído esta mañana en la prensa que el señor cura ha dicho en su homilía, durante una misa en honor de San Cecilio, que querer ser funcionario es una enfermedad social. Afirma este ¿sacerdote? (luego explico los interrogantes) que el ochenta por ciento de los jóvenes quieren ser funcionarios, y que solo la fe en Dios resolverá el problema del paro.

Ignoro si tal estadística tiene algún fundamento. Lo dudo mucho, pero en todo caso me da igual. La búsqueda de la seguridad propia y de la familia es un impulso natural, y si el paro llega a niveles de catástrofe y el empleo se hace más y más precario, es completamente lógico que los puestos más estables, los públicos, sean más demandados. Nada hay de enfermizo en ello. Puede que en España nos falte algo más de lo que ahora llaman "cultura emprendedora", pero de afirmar eso a afirmar que todo el mundo quiere ser funcionario y llamarrlo enfermedad social (de donde se deduce que los que opositan son enfermos) media un abismo. En cuanto a que la fe en Dios, es decir la divina providencia, vaya a solucionar el problema del paro, ya he escrito sobre el tema y no abundo más en él.

Naturalmente el señor cura es muy libre de tener las opiniones y creencias que le de la gana, y de hacerlas públicas, como también lo hago yo. Pero me parece que monseñor debería abstenerse de dar lecciones de economía desde el púlpito. Servirse de las homilías para expresar opiniones políticas personales que nada tienen que ver con la doctrina cristiana es hacer un uso indebido de su dignidad de sacerdote. Pero además el arzobispo debería ser mucho más prudente en sus opiniones sobre la crisis por otro motivo. Cuando Don Francisco se hizo cargo de su actual cargo la diócesis tenía una deuda de 1,2 millones de euros, a día de hoy esa deuda asciende a 28 millones de euros. Y una vez más digo zapatero a tus zapatos, y saca la viga de tu ojo antes de ver la paja en el ajeno.

Por desgracia, el señor cura tiene la mala costumbre de utilizar las homilías para lo que no debe. Muchas de ellas están publicadas en la web de la archidiócesis, y curioseando un poco me he encontrado perlas como ésta:
Mientras que el tipo de humanidad que produce esa ideología del positivismo moderno que excluye totalmente del ámbito del saber todo lo que no sea conocimiento positivo (y que excluye, por lo tanto, cualquier presencia de lo religioso, cualquier espesor de la realidad que pueda ir más allá de lo medible y de lo cuantificable), de momento no ha producido más que un par de guerras mundiales y poco más, y millones y millones de muertos, que dejan a las cruzadas y a la inquisición, y a otros pocos puntos de retórica que se pueden señalar ahí, al nivel de novicias de ursulinas
No se quedó corto el señor cura. Todos los bienes proceden de la Iglesia, las cruzadas y la inquisición son una nadería, un punto de retórica que no merece mencionarse, y la ciencia no solo no ha producido ningún logro, sino que debemos culparla de las dos guerras mundiales. De lo que sí anda corto monseñor es de memoria o de cultura, porque yo tengo entendido que ya había guerras antes que ciencia, y que la propia Iglesia provocó unas cuantas. Y esta es solo una de las numerosas perlas cultivadas de este gran hombre. Otra, tristemente célebre, fue afirmar que el uso de preservativos había propagado el SIDA en Africa. Dado su manifiesto desprecio por la ciencia no hay de qué sorprenderse: ya sabemos que la medicina no tiene nada que decir sobre las enfermedades, que son un castigo divino.

Y paso a explicar por qué he puesto entre interrogantes la palabra sacerdote. En otra de sus homilías, en diciembre de 2009, además de comparar la ley del aborto con el régimen de Hitler y a los médicos que practican abortos con los del campo de Auschwitz, pronunció esta frase textual:
Matar a un niño indefenso, y que lo haga su propia madre, da a los varones la licencia absoluta, sin límites, de abusar del cuerpo de la mujer
Puede que opinar sobre la moralidad del aborto esté dentro de las funciones de un sacerdote. Decir que una persona tiene licencia absoluta y sin límites para abusar de otra, sean cuales sean sus pecados y por graves que éstos sean, no solo no entra en esas funciones sino que es total y absolutamente contrario a la más elemental doctrina cristiana. Y de ninguna manera puede seguir llamándose sacerdote quien de manera tan clara invita al pecado y el delito.


1 comentario:

  1. Cuando se va a marchar lejos con sus amigos y no volver? ya ha tonteado demasiado en esta ciudad.

    ResponderEliminar