lunes, 1 de octubre de 2012

La herencia de Rajoy

Lo siento, pero estoy ya más que harto de la insistencia del señor Rajoy y sus ministros de echarle la culpa de todo al Gobierno anterior, de hablar una y otra vez de la herencia recibida. Porque si no es mentira es una verdad a medias imperdonable en cualquier responsable de gobierno, pero más aún en quien prometió solemnemente decir siempre la verdad.

El señor Rajoy se olvida siempre, muy convenientemente, de mencionar también la herencia igualmente grave de su predecesor Don José María Aznar y sus ministros, que fueron quienes crearon la burbuja inmobiliaria y permitieron el monstruoso endeudamiento de las entidades financieras, cerrando los ojos a sus peligrosas prácticas.

Pero el señor Rajoy se olvida, sobre todo, de su propia herencia. Se olvida el señor Rajoy de que fue diputado y líder de la oposición durante la etapa de gobierno con que ahora lo justifica todo. Y como tal diputado y líder le correspondía la responsabilidad de controlar la acción del Gobierno. Así lo manda el artículo 66.2 de la Constitución:

Las Cortes Generales ejercen la potestad legislativa del Estado, aprueban sus presupuestos, controlan la acción del Gobierno y tienen las demás competencias que les atribuya la Constitución.
Entre esas demás competencias atribuidas por la Constitución, está la recogida en el artículo 113.1:
El Congreso de los Diputados puede exigir la responsabilidad política del Gobierno mediante la adopción por mayoría absoluta de la moción de censura.
Dice también el artículo 110.1:
Las Cámaras y sus Comisiones pueden reclamar la presencia de los miembros del Gobierno.
Y el 111.1 dice:
El Gobierno y cada uno de sus miembros están sometidos a las interpelaciones y preguntas que se le formulen en las Cámaras.
¿Dónde estuvo pues el control de la acción del Gobierno que el señor Rajoy hubiera debido ejercer? Como líder del principal partido de la oposición era su responsabilidad y su deber. Era responsabilidad suya informarse del verdadero estado del sistema financiero, de los riesgos que entrañaba la gigantesca burbuja inmobiliaria. Era su responsabilidad exigir al Gobierno la información y las explicaciones y, en su caso, hacer las propuestas oportunas. ¿Por qué no propuso en su día ni una sola de las medidas que ahora adopta? ¿Por qué afirmó, muy por el contrario, que no adoptaría ninguna de esas medidas? La única respuesta que encuentro es que no convenía a sus intereses electorales.

Más aún, durante años estuvo afrirmando que el problema de España era la desconfianza que, según él, generaba el Gobierno. Durante años se hartó de repetir que todo era culpa de un Gobierno que lo hacía todo mal. Llegó al punto de afirmar sin rubor que el mero anuncio de convocatoria de elecciones generaría tanta confianza que por sí solo haría que empezasen a solucionarse nuestros problemas. Y yo me pregunto por qué, si tan convencido estaba de ello, no planteó jamás una moción de censura. Y la única respuesta que encuentro es que no convenía a sus intereses electorales.

Pagamos la herencia de las equivocadas políticas del señor Rodríguez Zapatero, no se puede negar. Pagamos también la herencia de la dejación de funciones los diputados de la oposición, y tampoco esto se puede negar. Pagamos también la herencia del señor Mariano Rajoy.

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