El británico George Borrow (don Jorgito el inglés), realizó un viaje por España entre 1836 y 1840 por encargo de la Sociedad Bíblica, para "imprimir y propagar las Escrituras". Naturalmente las Escrituras ya eran conocidas en nuestro país, y Mr. Borrow se refiere a una traducción sin los comentarios de la Iglesia católica, lo que sí era novedoso. Pero esto no hace al caso; la cuestión es que al regresar a su país escribió y publicó un libro narrando su experiencia, con el título "La Biblia en España". De este libro, y más concretamente de los capítulos dedicados a Galicia, copio estos fragmentos, que no sé si son para reir o llorar.
La verdad es que en ninguna parte he encontrado el sentimiento localista, tan extendido por toda España, tan fuerte como en Santiago. Con tal que su ciudad prospere, a los santiagueses les importa poco que las demás ciudades gallegas perezcan. Su antipatía a la ciudad de La Coruña no tenía límites.
"Es un lástima que los vecinos de La Coruña no puedan inventar un medio de llevarse nuestra catedral, como se han llevado nuestro gobierno -decía un santiagués-. Así harían mejor papel, porque ahora no tienen una iglesia donde se pueda decir misa." "También es gran lástima -decía otro- que no puedan llevarse nuestro hospital, para no verse obligados a enviarnos sus enfermos pobres. Siempre me ha parecido que los enfermos de La Coruña tienen mucho peor cara que los de otras partes; pero ¿qué puede venir de La Coruña que sea bueno?"
- Los tales vigueses -me dijo- pretenden que su ciudad es mejor que la nuestra, y que tiene más títulos para ser capital de esta parte de Galicia. ¿Ha oído usted jamás un desatino semejante? Le digo a usted, amigo, que me importaría muy poco que ardiese Vigo con cuantos mentecatos y bribones encierra. ¿Se le ocurriría a usted jamás comparar Vigo con Pontevedra?
[...] lejos de tener Vigo un edificio público bueno, no hay una casa decente en todo el pueblo. [...] Espero, querido amigo, que no habrá hecho usted un viaje tan largo para ponerse de parte de una gavilla de piratas como los de Vigo.
No es posible tratar a nadie con más bondad que el notario público me trató a mí en cuanto le convencí de que no tenía intención de ponerme de parte de los de Vigo contra Pontevedra.
Nos apresuramos a llegar a Corcubión, y mandé al guía que preguntase por el camino de Finisterre [...]
- ¿Van ustedes a Finisterre, cavalheiros?- exclamó.
- Sí, amigo mío -respondí- ¡Allá vamos!
- Entonces van ustedes a un fato de borrachos -replicó- Tengan cuidado no les hagan alguna mala partida.
En fin...