sábado, 29 de junio de 2013

No son las matemáticas, estúpido

Es la economía, estúpido. James Carville
Las proposiciones matemáticas, en cuanto tienen que ver con la realidad no son ciertas; y en cuanto que son ciertas, no tienen nada que ver con la realidad. Albert Einstein.
En los inicios de este blog escribí dos o tres veces sobre la importancia de tener cierta cultura científica, y en particular cierta cultura matemática para entender el mundo en el que vivimos. Vuelvo sobre el tema a raíz de cierto curioso argumento que he escuchado varias veces como defensa de los recortes.

No sé si lo habré mencionado alguna vez, pero me gusta ver los debates de la televisión. Normalmente veo los del Canal 24h o los de VTelevisión, también a veces los de La Sexta, y más raramente los de 13TV e Intereconomia. Creo, aunque no me atrevería a jurarlo, que fue en Al rojo vivo y en El gato al agua donde oí a un tertuliano afirmar que los recortes son inevitables y pretender justificarlo con las palabras textuales "son matemáticas". Con toda seguridad se lo oí decir a Alfonso Rojo, aunque no solamente a él.

Me temo que con esta afirmación estas personas solo consiguen demostrar una cosa: su escasa comprensión de las matemáticas. Expresar algo, lo que sea, en términos matemáticos no basta para convertirlo en una ley inexorable. Incluso cuando hablamos de leyes físicas encontramos la manera de utilizarlas en nuestro beneficio. Pero vamos por partes.

Hace casi exactamente dos años ponía un ejemplo tomado del matemático John Allen Paulos referido a recetas de cocina. Ya sabéis, esas en las que se utilizan medidas tan exactas como un tomate pequeño, medio vaso de vino o una cucharada de aceite y al final se dice que la ración contiene 761 calorías. Es obviamente ridículo partir de datos inexactos y estimativos y pretender que el resultado sea exacto. Pues bien, resulta que unos señores muy serios han llegado a la conclusión matemáticamente inexorable de que hay que recortar las pensiones porque estiman que en 2050 habrá no sé cuantos cotizantes, viviremos no sé cuantos años, etc. No digo que sus estimaciones no sean fundadas, pero no dejan de ser eso, estimaciones tan exactas como el número de calorías que hay en un tomate pequeño.

Pero no es ese, a pesar de todo, su principal error. Eso es pecata minuta. Su gran error radica en no entender que las matemáticas no nos dicen ni pueden decirnos lo que debemos hacer. Las decisiones las toman las personas, no las ecuaciones. Las matemáticas no son más que una herramienta que nos ayuda a decidir lo que hemos de hacer después de que hayamos determinado lo que queremos conseguir. Si se me permite un símil tonto, es como un mecánico que aprieta más y más una tuerca y dice que no se puede aflojar por culpa de la llave. No es la llave, idiota, es que tienes que girar hacia el otro lado. 

Vamos a verlo con un ejemplo sencillo pero característico del uso de las matemáticas en la toma de decisiones. Lo extraigo de unos viejos apuntes universitarios.

Un fabricante se enfrenta a tres escenarios posibles para el próximo año: estima que hay un 10% de probabilidad de que la demanda de su producto disminuya, un 30% de que se mantenga, y un 60% de que disminuya. Debe decidir si le conviene mantener el mismo nivel de producción, aumentarlo un 5% o aumentarlo un 5%. Sus conocimientos y su experiencia le permiten estima cuál será el resultado en función de la decisión que tome y el escenario que se produzca. Se resume en el cuadro siguiente.

Las cifras de la columna de la derecha son la "esperanza matemática" para cada posible decisión. Se obtienen multiplicando cada resultado por su probabilidad y sumando los productos de cada fila. Vemos que la mayor expectativa está en la tercera decisión, pero también es la más arriesgada ya que en dos de los tres escenarios se producirían pérdidas, severas en el peor de los casos. Por el contrario, la primera decisión es segura, con beneficio en los tres escenarios, pero con expectativas bajas.

Lo primero que habría que observar es que se trata de un modelo probabilístico, las esperanzas matemáticas adquieren su sentido cuando se aplican a series de decisiones homogéneas, y no a una única decisión aislada.

Lo siguiente sería considerar si la empresa puede asumir la pérdida que se produciría en el peor de los casos posibles. Por muy alta que sea la expectativa de la tercera decisión y por baja que sea la probabilidad del primer escenario, quizá no estemos dispuestos a correr el riesgo de acabar en quiebra.

Por otra parte, aunque la primera decisión es segura y no producirá pérdidas en ningún escenario, los beneficios son pequeños y tal vez nos interese correr un riesgo moderado para obtener mayores beneficios.

Entonces, ¿qué decisión nos dicen las matemáticas que debemos tomar? No nos lo dicen. Solo nos proporcionan información para que nosotros tomemos la decisión considerando qué riesgos podemos asumir y qué queremos conseguir: beneficio a toda costa, estabilidad y continuidad en el negocio, o un equilibrio intermedio.

Yo me voy a permitir el riesgo de hacerme pesado con un último ejemplo. Tal vez recordéis un ejercicio que nos planteaban en el colegio. Dada una determinada superficie de cartón, debíamos hallar las dimensiones de la caja que hiciese el volumen máximo, o bien al contrario, dado un determinado volumen obtener las dimensiones de la caja que minimizasen la superficie de cartón necesaria.

Pues bien, volviendo al problema de los recortes y aunque el ejemplo pueda parecer absurdo, nos lo podemos plantear de dos maneras, como la caja de cartón. Podemos partir del  "volumen" de Estado social que queremos y minimizar los gastos que lo hagan posible (y maximizar los ingresos, cosa que nunca se menciona), o bien podemos partir de un determinado volumen de gasto y maximizar el Estado social que permitan. En la realidad sospecho que el enfoque que se le está dando es aún más sencillo: minimizar el Estado social a toda costa. Pero esa es otra historia.

En todo caso, no son las matemáticas.

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viernes, 28 de junio de 2013

Le seguimos llamando democracia

Hace unos cuantos días, durante un pleno del Parlamento de Galicia, el diputado popular Hipólito Fariñas justificó la ausencia de los miembros del Gobierno en los debates aduciendo que están trabajando, y no escoitando parvadas (escuchando tonterías) y perdiendo el tiempo. No pasa de ser una anécdota, desde luego, pero me viene al pelo para hablar un poco del extraño concepto que algunas personas tienen de la democracia.

Convendréis conmigo en que la división de poderes es un principio básico de cualquier estado democrático, como se supone que es España. Dejando por ahora aparte al poder judicial y ciñéndonos al ejecutivo y al legislativo, la separación se plasma teóricamente en nuestra Constitución, en los artículos 66 y 97, que dicen así:

Artículo 66

1. Las Cortes Generales representan al pueblo español y están formadas por el Congreso de los Diputados y el Senado.

2. Las Cortes Generales ejercen la potestad legislativa del Estado, aprueban sus Presupuestos, controlan la acción del Gobierno y tienen las demás competencias que les atribuya la Constitución.

Artículo 97

El Gobierno dirige la política interior y exterior, la Administración civil y militar y la defensa del Estado. Ejerce la función ejecutiva y la potestad reglamentaria de acuerdo con la Constitución y las leyes.

Conviene observar en primer lugar que son las Cortes las que ostentan en exclusiva la representación del pueblo, representación que no se atribuye al Gobierno. De ahí que se atribuya a las Cortes la función de controlar la acción del Gobierno y, recíprocamente, la obligación de éste de responder ante los legítimos representantes del pueblo soberano:

Artículo 108

El Gobierno responde solidariamente en su gestión política ante el Congreso de los Diputados.

Esta relación, dicho sea de paso y por volver al comentario del señor Fariñas, se establece también en el Estatuto de Galicia en sus artículos 10 y 17.

Existe por tanto, al menos teóricamente, una separación entre los poderes ejecutivo y legislativo, lo que no implica que ambos estén en el mismo nivel. Son las Cortes, como únicas representantes del Soberano, las que eligen al Presidente del Gobierno (art. 99), controlan su acción (art. 66) y pueden exigir su dimisión (art. 113).

Hasta aquí todo parece maravilloso. Por desgracia la realidad es otra porque la misma Constitución contempla algunos matices que esa relación entre ambos poderes se haya quedado en pura teoría. En la práctica se ha llegado a una auténtica usurpación por el ejecutivo de del poder y la representación que deberían ostentar las Cortes, y que se hace especialmente patente cuando, como ahora, un partido político tiene una mayoría absoluta de diputados en el Congreso. ¿Cómo ha sido posible?

Por una parte, aunque la potestad legislativa se atribuye a las Cortes, la iniciativa legislativa no se le atribuye de modo exclusivo. La tramitación de una ley puede iniciarse con una proposición de ley de las propias Cortes, pero también con un proyecto de ley aprobado en Consejo de Ministros.

Por otra parte, existe la figura del Decreto-ley, que el Gobierno puede dictar en caso de extraordinaria y urgente necesidad, y que tiene el mismo rango normativo que la ley emanada de las Cortes. Cierto que estas normas deben ser convalidadas o derogadas por el Congreso en el plazo de treinta días, pero no menos cierto que no es posible definir a priori qué es una necesidad extraordinaria y urgente.

Esto ha llevado a que sea el Gobierno el que ejerce de facto el poder legislativo. Incluso cuando ningún partido tiene mayoría absoluta el Gobierno suele limitarse a negociar (por no decir trapichear) con los llamados partidos-llave el apoyo imprescindible. Si hay mayoría absoluta ni os cuento. La falta de democracia interna de los partidos, las listas cerradas y la disciplina de voto convierten el debate parlamentario en puro teatro. Los diputados van a la Cámara, si es que van, a pronunciar su discurso para la galería, pero todos sabemos que el proyecto de ley o el Decreto-ley serán convalidados.

En estas condiciones, decir que las Cortes Generales representan al pueblo español se queda en una frase grandilocuente que no significa nada. El problema no es que no nos representen, que no, que no, que no. El problema es que sí nos representan (más o menos) pero no pintan nada, lo que equivale a decir que el pueblo no pinta nada.

Llegados a este punto quizá diréis que exagero porque al Gobienro también lo elegimos democráticamente, pero no es así. Al menos no del todo, ya que no tenemos elecciones presidenciales. Votamos a una lista de candidatos a diputados y senadores. En el caso del Congreso ni siquiera votamos a candidatos concretos, sino a listas elaboradas por las cúpulas dirigentes de los partidos. Por añadidura, las circunscripciones electorales distorsionan el resultado, haciendo que los partidos mayoritarios sean sistemáticamente favorecidos y los resultados en votos no se correspondan con los resultados en escaños.

Es precisamente ese Congreso que tan imperfectamente nos representa, y no nosotros, el que elige al Presidente del Gobierno. Y es este Presidente elegido indirectamente por representantes cuestionables el que nombra a su vez y a su libre albedrío a los ministros. Que acaban ejerciendo colegiadamente no solo la función ejecutiva que legítimamente les corresponde, sino también la función legislativa para la que no han sido elegidos.

Lo peor de todo es que lo hemos aceptado y asumido como algo normal. Cuando hay elecciones, aunque sabemos que no son presidenciales hablamos de candidatos a la presidencia y votamos a Rubalcaba, a Rajoy o a Díez ; el resto de candidatos sabemos que no cuentan y nos da igual. Los días que se reúne el Consejo de Ministros esperamos con toda normalidad que anuncien cuáles serán las nuevas leyes sabiendo que el debate parlamentario será un mero trámite, y lo aceptamos. Hasta aceptamos que un acuerdo entre dos hombres que iban en unas listas que nosotros no decidimos baste para reformar la propia Constitución.

En fin, no sé qué más puedo decir que no sepáis ya. Basta con leer el periódico cualquier día y ver como catorce hombres, a trece de los cuales no hemos elegido ni directa ni indirectamente, hacen y deshacen a su antojo ignorando olímpicamente la voluntad de los ciudadanos, ya sea que se exprese directamente o a través de sus representantes.

Y a pesar de todo lo seguimos llamando democracia. Dime tú, amigo lector, hasta qué punto crees que realmente lo es.

martes, 25 de junio de 2013

Becas, tasas y excelencia

Creo que es una buena costumbre, que procuro seguir en este blog, aclarar cuándo escribo sobre datos de primera mano y cuándo no. Aclaro por tanto que no he leído el anteproyecto de ley de reforma del sistema educativo, sino que escribo de lo que sobre ella se publica y comenta en los medios de comunicación. En consecuencia me limito a los aspectos que han suscitado más titulares: las becas y las tasas.

Las tasas, como es sabido, se han incrementado con el objetivo, para mí erróneo y falaz, de aproximarlas al coste real de los estudios. El incremento hace hincapié en la segunda y sucesivas matrículas con el argumento de que así se penaliza a los malos estudiantes y se fomenta la excelencia. Directa o indirectamente ya he escrito antes sobre ambas cuestiones, pero me repetiré.

Las tasas universitarias no tienen por qué aproximarse al coste real, es éste un argumento mercantilista que no responde en absoluto a lo que es y debe ser un servicio público en el que, por definición, lo primordial es la prestación del servicio y los aspectos económicos vienen después. Ojo, no estoy diciendo que no haya que mirar los aspectos económicos, sino que hay que tener claras las prioridades. Es obvio que no podemos tener un servicio público mejor que el que podamos permitirnos, pero esa no es la cuestión aquí porque sí podemos mantener una enseñanza pública de calidad  sin incrementar las tasas. El problema de los servicios públicos españoles no es el exceso de gasto, sino la insuficiencia de ingresos debida al sistema fiscal. Permitidme que esta afirmación no la argumente aquí, os remito, si queréis conocer mi opinión, a las entradas que he publicado sobre esa cuestión.

En cuanto a penalizar a los malos estudiantes y fomentar la excelencia, es un argumento engañoso. Dicho así seguro que nadie tendrá nada que objetar, todos de acuerdo. El problema es que el incremento de tasas no va a lograr eso ni por asomo, porque ni se penaliza a los malos estudiantes ni se premia a los buenos. Lo que se hace es excluir a los estudiantes que no puedan pagar la segunda matrícula, mientras  los más pudientes se pueden permitir la segunda, la tercera y las que hagan falta. La excelencia, si ese fuera realmente el objetivo, se lograría mucho mejor con un sistema educativo de calidad y un adecuado nivel de exigencia para todos los alumnos, sea cual sea su capacidad económica.

En cuanto a las becas, también es sabido que el señor Wert pretende incrementar la exigencia para su concesión de una calificación de 5,5 a 6,5. El argumento es el mismo, el supuesto fomento de la excelencia, y la respuesta por tanto también: la excelencia se logra con un sistema educativo de calidad y un adecuado nivel de exigencia para todos los alumnos. Pero aquí hay algo más que decir, bastante más.

Me gustaría, antes de entrar en lo que yo entiendo que es la esencia del problema, salir al paso de un par de falacias. En primer lugar están los columnistas, tertulianos y opinantes varios afines al Gobierno que ante cualquier objeción a la reforma preguntan, con estas palabras u otras similares  ¿A igual capacidad económica a quién prefieres que se le dé la beca, al que se esfuerza o al vago? En las tertulias televisivas suelen preguntarlo insistentemente y a gritos, intentando forzar al rival a dar la respuesta que ellos quieren. Pero señores míos, esa no es ni ha sido nunca la disyuntiva, nadie propone que se le concedan becas a los vagos. Estamos hablando de conceder becas a los alumnos que aprueban, por tanto que demuestran su capacidad e interés, pero no pueden costearse los estudios. Vamos a dejarnos de preguntas estúpidas propias de discusión de parvulario y debatamos el tema con seriedad.

La otra cuestión a la que quiero salir al paso es el reciente comentario del señor Wert de que un estudiante que no obtiene un 6,5 tal vez esté mal encaminado y debería estar estudiando otra cosa. No ha aclarado, que yo sepa, si con "otra cosa" se refiere a otra carrera universitaria, a una formación profesional o a qué. En todo caso no importa, es otra afirmación estúpida. Primero porque, si el aprobado es un 5 es porque se entiende que quien obtiene esa calificación ha obtenido los conocimientos y habilidades necesarias para que se le otorgue el título y ejercer la profesión. ¿Por qué iba a estar mal encaminado el que no obtiene un 6,5?  Estará mal encaminado el que suspende, digo yo. ¿Que tal vez podría conseguir mejores resultados en otros estudios? Pues sí, igual que el que saca un 7 o matrícula de honor. O no.

Pero es que, además, cuando el señor Wert habla del alumno que no saca un 6,5 en realidad está hablando del alumno pobre que no saca un 6,5. Para el estudiante con recursos económicos no se plantea si está bien o mal encaminado: puede pagarlo y punto. Una vez más, no se fomenta la excelencia, sino la desigualdad. Lo que propone  el señor Wert es que el alumno pobre tenga que rendir un 30% más que el rico para no quedar excluido.

Un apunte más, relacionando ya tasas y becas. Ha dicho también el señor Wert para justificarse que al estudiante becado se le paga por estudiar. Y yo añado que al no becado también. Las tasas solo cubren en realidad entre el 15 y el 20% del coste de los estudios. El alumno becado que no obtenga un 6,5 se verá muy probablemente abocado a dejar de estudiar, mientras que al que obtenga un 5 pero pueda pagar la matrícula seguiremos costeándole entre el 80 y el 85% de sus estudios. Justo, lo que se dice justo, no parece.

Y termino ya, ahora sí, con lo que yo creo que es el verdadero meollo del asunto. Y es que el señor Wert y el Gobierno del que forma parte no han entendido o no quieren entender la finalidad de una enseñanza pública y un sistema de becas. Las becas no están para fomentar excelencias ni para premiar o penalizar a nadie. Repito, una vez más, que eso se consigue con un sistema educativo de calidad y unos adecuados niveles de exigencia para todos los alumnos, becados o no. La enseñanza pública y las becas existen para garantizar que toda persona con la capacidad adecuada pueda estudiar si lo desea, con independencia de su nivel económico o el de su familia, así como para garantizar la igualdad de oportunidades.

Incrementar el coste de segunda matrícula podrá ser discutible, pero no se pretenda argumentarlo en que así se penaliza al mal estudiante, porque no es cierto. Lo que se hace es privilegiar al estudiante malo pero con dinero. Y exigir niveles de rendimiento diferentes a los estudiantes en función de su capacidad económica no me parece algo discutible en absoluto: es injusto sin más. Y es también, en mi humilde opinión, manifiestamente contrario sino a la letra al menos al espíritu de nuestra Constitución, que dice con rotunda claridad que todos tienen el derecho a la educación y que los poderes públicos promoverán y tutelarán el acceso a la cultura, a la que todos tienen derecho.

Todos es todos.

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Sobre el sistema educativo

martes, 18 de junio de 2013

A lingua das peaxes

Esta mañá lin no diario "La Voz de Galicia" que o Ministerio de Fomento vai obrigar a que os sinais das peaxes nas autopistas galegas estean rotulados en castelán, galego e inglés. Non é que sexa unha noticia de primeira magnitude, máis ben é das que esquecemos ó día seguinte, pero ó meu ver a cousa ten a súa miga. Xa ven dun tempo atrás, seica antes os sinais estaban só en galego e inglés, o pode que fora só en castelán e inglés, e houbo protestas, denuncias, intervencións do valedor do pobo... Unha polémica do carallo, que na miña opinión demostra que nos volvemos tolos.

Supoñamos que estiveran rotulados tan só en castelán. ¿Sería tan grave? A fin de contas, a meirande parte dos galegos somos bilingües e tanto nos ten en qué lingua estean. O máis probable e que nin sequera nos decatáramos. Eu, dende logo, non me decatara hata que o lín no xornal de hoxe. Pero claro, haberá quen diga que o galego é lingua cooficial en Galicia e os sinais deben estar nesa lingua. Tamén, claro, por mor daquilo do fomento e protección da lingua galega, a conservación da cultura e todo iso.

Moi ben, non son malas razóns. Supoñamos entón que estiveran tan só en galego. ¿Sería tan grave? A verdade, dubido moito que un señor ou señora de Albacete se comera a barreira por non entender que "peaxe" é o mesmo que "peaje". Moi bruto hai que ser para non entendelo. Pero claro, entón haberá quen diga que o castelán é a lingua oficial do Estado, e que os sinais deben estar nesa lingua e non só en galego. De feito, parece que hai unha normativa que obriga a que estean en castelán e inglés.

E isto é o máis rechamante. ¿Por qué en inglés? Que eu saiba, e mentres non recuperemos Xibraltar, non é lingua oficial en ningunha parte de España. Dirá algún que é para que o entendan os estranxeiros, pero eu digo ¿e qué pasa cos estranxeiros que non entendan inglés? Se somos lóxicos debería estar tamén, cando menos, en árabe, seica en francés, en alemán por aquilo de que a fin de contas van ser os donos de aquí a tres días, e dado o crece a comunidade chinesa, en chinés. O mellor, co que tardaríamos en atopa-la nosa lingua sí que nos comíamos a barreira, pero ese é un mal menor por ser políticamente correctos.

Hai outra solución alternativa. Parece que ningúen pensóu nos analfabetos, que non o ían entender esta na lingua que estea. Propoño cambiar os rótulos por un debuxo ilustrativo, a ser posible de Miquel Barceló. Costaríanos un pastón, pero así estariamos definitivamente seguros de que non o entendía nin Deus.


sábado, 8 de junio de 2013

El paro desestacionalizado

Nos decía el señor Rajoy, antes de que se publicaran los datos del paro del mes de mayo, que iban a ser esperanzadores. Bien, ahora ya están publicados y resulta que el paro registrado ha disminuido con respecto a abril en 98.265 personas. Un dato positivo según el Gobierno, que indica el inicio de la recuperación. Naturalmente de inmediato le han recordado lo que la actual Vicepresidenta decía hace dos años al Gobierno anterior: decir que el paro baja en mayo es como decir que los días son más largos.

¿Quién tiene razón? Yo no voy a contestar a esa pregunta, tan solo quiero aportar algunos elementos para la reflexión y que cada cual extraiga su propia conclusión. Como en ocasiones anteriores, los datos que utilizo en esta entrada son de paro registrado, no de la EPA, y están extraidos de las estadísiticas del Ministerio de Empleo y Seguridad Social. En la primera tabla podemos ver las cifras de paro registrado desde enero de 2007 hasta mayo de este año.


Paro registrado

 Todos los cálculos que siguen están elaborados sobre esta tabla. Observad que utilizo datos de paro "bruto", no de tasa de paro. No tengo por tanto en cuenta las variaciones de la población activa, lo que sería más correcto pero haría todo un poco más engorroso. Tampoco considero datos anteriores a 2007, porque creo que lo que realmente interesa es la evolución desde el inicio de la crisis y porque así me evito trabajar con tendencias cíclicas.

Todos sabemos que el paro tiene un componente estacional, aumenta en determinados meses y disminuye en otros. Por ejemplo, es normal que el paro baje en verano debido a las contrataciones temporales en el sector de la hostelería. De ahí el comentario de doña Soraya y de ahí el actual escepticismo de la oposicón. Los papeles, por cierto, son intercambiables. El Gobierno siempre ve muy positivo el descenso del paro en tal o cual mes, y la oposición siempe lo atribuye a la estacionalidad, con independencia de quiénes estén en el Gobierno y quiénes en la oposición.

Por tanto de lo que se trata es de saber si el descenso del paro en mayo es mayor o menor de lo que cabe atribuir a la tendencia estacional. Una primera aproximación un tanto tosca es no comparar el dato con el del mes anterior, lo que en realidad tiene poco sentido, sino con el del mismo mes del año anterior. Y resulta que en estos doce meses el desempleo ha aumentado en 176.806 personas. Esto parece contradecir al Gobierno, pero en rigor es un dato acumulado de doce meses que nada nos dice sobre la estacionalidad.

Lo que debemos hacer es "desestacionalizar" la serie. Es decir convertir la serie de datos original en otra de la que hayamos extraído el componente estacional. Para eso existen varios métodos matemáticos, yo lo haré a mi manera y sin la menor pretensión de rigor científico.

Lo primero es hallar la tendencia de fondo de la serie, normalmente llamada tendencia secular. Eso puede hacerse, por ejemplo, mediante el sencillo sistema de medias móviles. Yo he preferido utilizar la regresión lineal, que para los poco duchos en matemáticas, consiste en obtener la línea recta que mejor se ajuste a la serie de datos. La calidad de ese ajuste puede medirse por el coeficiente de correlación, un número que oscila entre cero, cuando no hay ninguna correlación, y uno cuando es perfecta. En este caso es de 0,964 y por tanto bastante buena. La siguiente tabla recoge los valores que nos da la tendencia de fondo.

Datos de tendencia
Para verlo más claro, pongamos ambas tablas en forma de gráfico. La línea azul de la siguente gráfica son los datos reales de paro registrado, en la que pueden apreciarse las subidas y bajadas constantes debidas al componente estacional. La línea roja es la tendencia de fondo.

Paro y tendencia
Si ahora dividimos las cifras de la primera tabla entre los de la segunda, extraemos la tendencia secular, quedándonos solamente con las oscilaciones que se han ido produciendo sobre ella en forma de índices. Lo vemos en la siguiente tabla y el siguiente gráfico.



En el gráfico puede apreciarse como hasta finales de 2008 el paro creció por debajo de la tendencia, entre finales de 2008 y mayo de 2011, el peor período de destrucción de empleo, creció por encima de ella, y desde entonces hasta ahora se ha estabilizado por debajo de la tendencia. Esto último es de notar, la estabilización se inició con el Gobierno anterior y no parece haberse alterado significativamente hasta hoy. En la tabla veréis que en la última columna he hallado la media para cada mes, considernado solo hasta 2012, último año completo. Estos ya son, por fin, los índices de estacionalidad. El siguiente paso sería normalizarlos. Yo no lo he hecho porque la diferencia era muy pequeña y no quería añadir otro paso a una exposición ya de por sí tediosa.

El último paso ya es destacionalizar la serie. Igual que antes extrajimos la tendencia para obtener las variaciones estacionales ahora hacemos lo contrario, eliminar las variaciones estacionales dividiendo los datos de la tabla original entre los índices de estacionalidad. De ese modo obtenemos la evolución del paro que no es atribuible a la estacionalidad. Lo vemos en el último gráfico.


La línea azul es la misma que en el primer gráfico: la evolución del paro registrado en términos absolutos. La línea roja es la evolución desestacionalizada. Como dije al principio, extraiga cada cual su propia conclusión.

Termino insistiendo en que todos estos cálculos son solo una aproximación al problema de un mero aficionado y no tienen la menor pretensión de rigor científico. Si hay algún lector con conocimientos matemáticos mas sólidos y profundos que los míos, le animo a corregirme en todo lo que sea necesario. Y a todos os animo, en esta o en otras cuestiones, a analizar los datos por vosotros mismos o, si no tenéis los conocimientos necesarios, a buscar opiniones más rigurosas (que triste es decirlo) que las de nuestros políticos.

Nota

Después de publicar esta entrad me quedé pensando si los resultados habrían sido muy diferentes de haber utlizado otro procedimiento o haberme remontado más atrás. Sentía curiosidad, así que realicé de nuevo los cálculos con tres diferencias: a) utilicé datos desde 2005 en lugar de 2007, b) utilicé las medias móviles en lugar de la regresión, y c) esta vez normalicé los índces. Suponía que la diferencia sería apreciable y pensaba utilizarlo para comentar que las "ciencias exactas" no lo son tanto. Para mi sorpresa, los gráficos finales son tan parecidos que apenas se distinguen.




Por qué un comité de expertos

Como ya sabréis, el comité de "expertos" nombrado para estudiar la reforma del sistema de pensiones acaba de presentar su informe. Según las primeras noticias publicadas (porque obviamente no he leído el informe en sí) recomiendan desvinculara la actualización de las pensiones del IPC, introducir un factor de sostenibilidad que permitiría bajarlas en tiempo de crisis, tener en cuenta la esperanza de vida, computar las cotizaciones de toda la vida laboral... Es más o menos lo que suponía que iban a recomendar, y no porque yo sea adivino, sino porque estaba "cantado".

Entrecomillo la palabra expertos porque lo primero que deberíamos preguntarnos es qué es exactamete lo que les convierte en tales, y por qué se les ha elegido a ellos y no a otros. No es que dude de su valía, pero resulta extraño que de estas doce personas ocho procedan del ámbito de la banca y las aseguradoras privadas. Por el contrario, tan solo uno es catedrático de Derecho del trabajo y la Seguridad Social.

Y es que en mi opinión el dichoso comité de "expertos" nunca ha tenido otra finalidad que dar una apariencia técnica o científica a lo que ya estaba decidido de antemano. De hacer ver que no es una decisión política sino algo inevitable. O por decirlo de otro modo, que la conclusión precedió al estudio. Pero no es en absoluto una cuestión puramente técnica, es política y debe serlo.

Me explico. Me parece obvio que cuando hablamos de pensiones lo primero que tenemos que decidir es si queremos un sistema público o privado, de reparto o de capitalización. Básicamente, si queremos un sistema individualista o solidario, lo que equivale a decidir en qué tipo de sociedad queremos vivir. Eso es una cuestión de principios y por lo tanto política, y no puede quedar de ningún modo en manos de una docena de personas, por muy expertas que sean. En esto no tienen nada que ver demografías, fiscalidades ni esperanzas de vida. Eso viene después, una vez decidido qué modelo queremos tener. Entonces y sólo entonces tendremos que considerar cómo lo implementamos y cómo lo financiamos.

Como apuntaba antes, lo que se está haciendo es exactamente lo contrario. Primero se han considerado las cuestiones relativas a la financiación para extraer la conclusión, que en realidad era premisa, de que hay que cambiar el modelo.

Para comprender hasta qué punto es así, solo hay que notar dos cuestiones muy llamativas. La primera es que, siendo la coartada la financiación y la supuesta inviabilidad económica del sistema, no se mencione la cuestión de los ingresos. Solo se habla del gasto. Ni una palabra para el escandaloso fraude fiscal, ni una palabra para el desigual tratamiento fiscal de las rentas de capital y trabajo. Hay otras alternativas que los "expertos" no mencionan: subir determinados impuestos o subir -¿por qué no?- las cotizaciones sociales.

La segunda cuestión es que un sistema de reparto no depende tan sólo ni de la demografía ni de la fiscalidad. Depende también de la productividad del trabajo, lo que tampoco se menciona aunque sería ciertamente interesante. Y depende también y sobre todo de la relación entre cotizantes y pensionistas, que no es solo cuestión de demografía. Es tener a más de la cuarta parte de la población activa desempleada lo que de verdad está destrozando la caja de la Seguridad Social.

Ni una sola palabra para estas cuestiones. ¿Por qué? Una de dos: o los "expertos" son unos supinos incompententes, o tenían perfectamente claro cuál debía ser la conclusión. No sé vosotros, pero yo empecé a leer y aprender sobre estas cuestiones hacia el año noventa y siete. Y ya entonces, hace dieciséis años, comprendí que había quienes tenían claro que no debíamos tener un sistema de pensiones público y solidario, sino uno individualista y privado.

Como decía, no tengo nada de adivino. Es que hace al menos dieciséis años que se veía venir. Lo malo es que la mayoría no lo quisimos ver, y los que lo veíamos no hicimos lo que teníamos que hacer. Salvo honrosas excepciones, por supuesto, entre las que no me encuentro yo.

domingo, 2 de junio de 2013

Economistas frente a la crisis

Acabo de ver en el blog Al Este de Epem dos videos de la presentación de la Asociación de Economistas frente a la crisis que resumen perfectamente buena parte de lo que llevo dos años escribiendo aquí, magníficamente expresado por personas con mucha más autoridad en la materia. Aquí os dejo uno de ellos:




Podéis ver más sobre esta asociación en su página http://economistasfrentealacrisis.wordpress.com/, seguir su cuenta de twitter @MadridEco, o su página en Facebook https://www.facebook.com/#!/EconomistasFrentealaCrisis?fref=ts. Creo que merece la pena.